Preocupada por la humanidad y la paz mundial, Mafalda trascendió por mucho los márgenes de las tiras y marcó a numerosas generaciones. Traducida a casi una veintena de idiomas, sus preguntas siguen desnudando las contradicciones de los adultos, desde la educación formal hasta las convenciones sociales y el manejo político del mundo. "Me llama la atención que después de tantos años de no dibujarla siga vigente así", admitió el humorista gráfico hace algunos días.
Para Joaquín Salvador Lavado (Quino), de 82 años, 2014 también es un año especial, ya que no para de sumar reconocimientos. Fue distinguido con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, recibió la Legión de Honor francesa en el Salón del Libro de París e inauguró la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
Mientras, numerosas exposiciones invitan por estos días en la capital argentina a descubrir el universo del emblemático personaje, como "El mundo según Mafalda" (La Usina del Arte), "Quino por Mafalda" (Museo del Humor) y "Mafalda en su sopa" (Biblioteca Nacional).
El escritor italiano Umberto Eco, admirador de la nena que odia la sopa y ama a los Beatles, escribió: "Mafalda vive en un continuo diálogo con el mundo adulto, mundo al cual no estima, no respeta, hostiliza, humilla y rechaza, reivindicando su derecho a seguir siendo una niña que no quiere hacerse cargo de un universo adulterado por los padres".
El germen de Mafalda estuvo vinculado con una frustrada campaña publicitaria. A Quino -nacido en 1932 en la provincia de Mendoza, hijo de inmigrantes andaluces- le encargaron en 1963 una historieta para promocionar una línea de productos electrodomésticos llamados Mansfield.
El nombre de algunos personajes debía comenzar con la letra eme. Para bautizar a la niña de pelo oscuro y cara redonda, se inspiró en una bebé de la película "Dar la Cara" (1962), basada en la novela homónima de David Viñas.
El dibujante conservó algunas tiras y Mafalda vio oficialmente la luz por primera vez hace medio siglo en el semanario "Primera Plana", junto con sus padres, una típica familia de clase media argentina.
En marzo de 1965 se mudó a las páginas del periódico "El Mundo", época en que comenzaron a acompañarla amigos como Manolito, Susanita o Miguelito y posteriormente Felipe.
Tras una pausa de varios meses por el cierre de "El Mundo", Mafalda habitó desde junio de 1968 en el semanario "Siete días", con su familia conmocionada por el nacimiento de su hermanito Guille. Luego apareció otra compinche, la revolucionaria Libertad.
A fines de 1966 se publicó la primera compilación de las tiras en Argentina con un éxito rotundo, ya que agotó 5.000 ejemplares en apenas dos días. Tres años más tarde se editó por primera vez en el extranjero, en Italia, bajo el título "Mafalda la contestataria" y con presentación de Eco, director de la colección.
Pero en junio de 1973 el maestro del humor gráfico tomó la decisión de no publicar más historietas de su personaje más famoso. "Casi diez años dibujando lo mismo, diciendo que el mundo no funciona, que las guerras son malas, todo el mundo lo sabe ya. Dije 'bueno basta'", explicó días atrás a dpa.
Quino siguió trabajando como humorista gráfico en los años siguientes, mientras la imagen de Mafalda acompañaba ocasionalmente diversas campañas sociales, por ejemplo de UNICEF y la Cruz Roja Española, y también se convertía en dibujo animado. Pero la historieta nunca dejó de reimprimirse ni de ser traducida.
Mafalda se multiplicó en innumerables objetos de merchandising y ya forma parte del paisaje urbano de Buenos Aires: Tiene su propia plaza en el barrio de Colegiales y una estatua en San Telmo. Se la puede ver pintada asimismo en murales callejeros, comercios y quioscos de diarios, ya sea por artistas independientes o improvisados.
Sin importarles el paso del tiempo, los lectores siguen profesando verdadera devoción por el mítico cómic. Una de sus fans escribió en la página oficial de Facebook de Mafalda, con casi cinco millones de seguidores: "Cuando sea grande quiero ser como vos".
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