Blog que reúne las entrevistas que realicé para el servicio español de la Agencia Alemana de Prensa (dpa) en los últimos 20 años.
Desde Carlos Monsiváis a Jorge Edwards, pasando por Ricardo Piglia, Siri Hustvedt, Sergio Ramírez, Elena Poniatowska, Margo Glantz, Almudena Grandes, Luisa Valenzuela, Alan Pauls, Claudia Piñeiro, Juan Villoro y Fernando Vallejo, así como el traductor del "boom" Gregory Rabassa y el poderoso agente literario Andrew Wylie.

También compila otras notas sobre vida y obra de diferentes escritores y sobre las últimas ediciones de actividades culturales como los Congresos Internacionales de la Lengua Española, la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

miércoles, 18 de julio de 2012

LA ÚLTIMA VISITA DE FUENTES A BUENOS AIRES

Fuentes y un adiós a Buenos Aires.

Carlos Fuentes se encargó de que no fuera un primero de mayo más. Era un día fresco, bajo un cielo celeste unánime. El autor de “La región más transparente” estaba de vuelta en Buenos Aires, ciudad que habitó y caminó durante su adolescencia.

Quiso el azar que la capital argentina fuera también el escenario de una de sus últimas apariciones públicas. Se lo vio lleno de vitalidad, enormemente apasionado por la literatura y la política. Incluso habló sobre su propia muerte, que se produjo exactamente catorce días después, pero que nadie siquiera intuyó tan cercana.

La convocatoria al encuentro con la prensa era a las 11 horas en el Hotel Alvear, en el barrio porteño de Recoleta. Nos hizo esperar bastante, alrededor de una hora. Como queriendo anticipar que el momento que seguiría bien valía el tedio. Una docena y media de periodistas y fotógrafos se paraban, tomaban café y volvían a sentarse. Otros leían, miraban sus computadoras portátiles o hablaban por teléfono, echando miradas ansiosas hacia la puerta.

Alrededor de las 12, Fuentes finalmente ingresó con postura elegante y paso resuelto al salón en el primer piso. En compañía de su esposa, vestía un pulóver negro y camisa blanca, con pantalón al tono. Silvia Lemus se acomodó en las sillas del fondo. Él asumió con naturalidad el protagonismo, ocupando el escritorio en el frente.


Un análisis apasionado y lúcido de la realidad.
La sala se ordenó rápidamente y se escucharon las primeras preguntas. El escritor mexicano fue desgranando con pasión y lucidez el abanico de temas que siempre lo desveló. Pasó de la problemática del narcotráfico a las elecciones en México y en Estados Unidos, la fortaleza de las democracias latinoamericanas e incluso la crisis en Europa.

Fuentes, que viajó hasta el sur del continente para dar una concurrida conferencia magistral esa misma noche en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, aprovechó para destacar la vigencia eterna de la novela. "Uno ha visto pasar la prensa, la radio, la televisión, el cine, los medios modernos, y la novela pervive. Porque la novela dice lo que no puede decirse de otra manera".

El escritor con una prestancia que disimulaba sus 83 años reflexionó sobre su vasta obra (“una vez que uno escribe es como si tuviera un hijo, nace y tiene su vida propia”) y dio datos de su nueva novela, “Federico en su balcón”, aún inédita.


"Un amigo incomparable"
Fuentes le dedicó un emotivo recuerdo a Julio Cortázar (“un amigo incomparable”) y se lamentó con sinceridad por el distanciamiento entre Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez: "Me da mucha pena eso, porque deriva de malos entendidos simplemente".

Analizó el panorama actual de la literatura latinoamericana, tan diferente al del “boom” que lo tuviera entre sus mayores representantes. “En la actualidad hay cientos de escritores y la temática es muy diversa". De vez en cuando, sus ojos marrones se encendían de picardía, como cuando sentenció: el  "boom" "ya no puede volver a existir, a menos que se mueran todos y queden seis".

Relajado y sin rodeos, confesó que releía cada año el Quijote y que aún no había tomado contacto con la obra de Roberto Bolaño. “Espero que se aquieten las aguas un poco para leerlo con tranquilidad", dijo, sin adivinar la jugarreta del destino.

El tiempo -tan remolón antes del ingreso de Fuentes- de repente se había pasado volando. Llevaba casi cuarenta minutos delante del micrófono, atendiendo con inalterable paciencia a todas las preguntas, exponiendo con sabiduría y entusiasmo.

Antes de partir, se prestó todavía al ritual de la firma de libros y de fotos, que también seduce a los periodistas cuando una figura de la talla de Fuentes está tan al alcance, de buen humor y a pocos metros. Atesoro ambos: el libro autografiado de “La gran novela latinoamericana” y la fotografía.

Increíblemente, la última pregunta que contestó fue sobre su muerte. ¿Era verdad que ya tenía un lugar aguardándolo en París? Fuentes lanzó una carcajada breve y respondió con soltura: “Sí, en el cementerio de Montparnasse. Tengo un monumento muy bonito esperándome”.

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miércoles, 4 de julio de 2012

FUENTES REÚNE A SUS COMPAÑEROS DE TRAVESÍA EN SU LIBRO PÓSTUMO "PERSONAS"

Fuentes, gran cronista de su tiempo.
Pablo Neruda y Lázaro Cárdenas. Julio Cortázar y Luis Buñuel. François Mitterrand y Alfonso Reyes. Esta constelación de personalidades se despliega en las páginas del primer libro póstumo de Carlos Fuentes, "Personas".


Cronista de su tiempo que se codeó con eminentes políticos, escritores y periodistas, el gran autor mexicano enhebra semblanzas íntimas y emotivas de sus compañeros de travesía en la obra publicada por Alfaguara a fines de junio. 


A casi dos meses de su muerte, el escritor cosmopolita y viajero incansable seduce con su amena prosa engalanada de anécdotas. Por ejemplo cuando refiere sus peripecias durante la asunción de Mitterrand, o cómo pensó la primera vez que vio a Cortázar que se trataba de un hijo del escritor.


Asimismo revela la composición del "Buñueloni", bebida que Buñuel le ofrecía a Fuentes cuando lo visitaba en su casa en Ciudad de México. "Consiste en mitad ginebra, un cuarto de cárpano y un cuarto de martini dulce", recuerda Fuentes, quien tuvo una relación cercana con el cine, también como guionista.


El cineasta español sentía gran aprecio por su colección de pistolas de los siglos XVII y XVIII. Cuando recibió el León de Oro en Venecia en 1967, le confesó a Fuentes y Juan Goytisolo: "Ahora derretiré el premio para fabricar balas".


Asimismo Fuentes evoca la multitudinaria toma de posesión de su admirado Mitterrand, para la cual cruzó el Atlántico con Arthur Miller, William Styron y Elie Wiesel. En un "caos digno de los Marx", lograron su objetivo siguiendo a la espléndida actriz griega Melina Mercouri, que supo abrirse paso hábilmente entre el gentío. "Detrás de ella cuatro ignorados escritores con impermeables a la Bogart, gafas oscuras y cabezas gachas", se regodea.


Y si la cultura literaria de un presidente francés nunca asombra, lo que sí sorprende "es que un presidente de Estados Unidos lea libros", lanza Fuentes. "Cosa que descubrimos Gabo y yo una noche en Martha's Vineyard, escuchando a Bill Clinton recitar de memoria pasajes enteros de Faulkner, demostrar que había leído el Quijote y por qué Marco Aurelio era su autor de cabecera".


El estadista al que dedica el capítulo final del libro es el general Lázaro Cárdenas, presidente de México entre 1934 y 1940. Fuentes –apasionado por la historia y la política- cuenta que lo trató por primera vez durante una gira por varios estados mexicanos en 1961, aunque sintiera "que lo había conocido desde siempre".


"Las estadísticas demuestran que nunca en nuestra historia, como durante el sexenio cardenista, todas las clases sociales de México crecieron de manera más equilibrada y constante", destaca.




Fuentes evoca su amistad con Neruda y Cortázar,
El ganador del Premio Cervantes considera que aunque Cárdenas cometió errores, algunos atribuibles al tiempo, "luchó contra un peso histórico que otros hubiesen considerado fatal pero que él transformó en base para una libre determinación mexicana".

Y entre sus compañeros de las letras, recuerda que a su viejo cuate Cortázar le debe el impulso inicial de su carrera literaria. "Sin conocernos aún, me mandó la carta más estimulante que recibí al publicar, en 1958, mi primera novela, 'La región más transparente'".


Grande fue la sorpresa para Fuentes en su primer encuentro con el escritor argentino en 1960 en París. Salió a recibirlo "un joven desmelenado, pecoso, lampiño, desgarbado, con pantalones de dril y camisa de manga corta, abierta en el cuello", al que Fuentes le dijo: "Pibe, quiero ver a tu papá". Y a lo que el propio Cortázar replicó: "Soy yo".


"Así nació la leyenda de un Julio Cortázar que era la versión risueña de Dorian Gray", evoca. Y no escatima elogios para su amigo: "Lo llamé un día el Bolívar de la novela latinoamericana. Nos liberó liberándose, con un lenguaje nuevo, airoso, capaz de todas las aventuras".


A Neruda, escribe Fuentes, lo escuchó antes de conocerlo. Fue en una lectura junto al mar chileno, donde "la voz del hombre y la del océano parecía fundirse en una sola, vasta y anónima". "Sin la aventura poética de Neruda, no habría literatura moderna en América Latina. Su enorme alcance se debe a que asumió los riesgos de la impureza de la imperfección y, también, de la banalidad", indica.


Fuentes selló una amistad duradera con el Premio Nobel chileno. "Si sus disputas con los hombres de su generación fueron a menudo amargas, con nosotros, los escritores entonces jóvenes, siempre fue generoso, abierto, inteligente, capaz de diálogo, razón y disensión".


El autor de "Aura" ubica a Alfonso Reyes entre sus mayores influencias. "Todo está en la obra de Reyes, como están Eurípides y Goethe y Mallarmé", apunta. "Don Alfonso, de quien me separaban 40 años, era amigo cercano de mi familia, y me dispensó, desde la niñez, atención y enseñanzas que nunca podré pagar", reconoce.


Por las 259 páginas del libro de memorias también desfilan entre otros la intelectual estadounidense Susan Sontag, el escritor francés André Malraux, la ensayista española María Zambrano, el cardiólogo Ignacio Chávez y el presidente del Grupo Prisa Jesús de Polanco.


En la tapa del libro, los apellidos de cada una de las personas retratadas se forman con los tradicionales cuadraditos amarillos de "scrabble", que se cruzan sobre un fondo verde oscuro. Por ejemplo, Reyes comparte la "ese" con Styron, y Buñuel la "e" con Mitterrand. Una muestra de que Fuentes sigue jugando con las fichas de la literatura.


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