Fuentes y un adiós a Buenos Aires. |
Carlos Fuentes se encargó de que no fuera un primero de mayo más. Era un día fresco, bajo un cielo celeste unánime. El autor de “La región más transparente” estaba de vuelta en Buenos Aires, ciudad que habitó y caminó durante su adolescencia.
Quiso el azar que la capital argentina fuera también el escenario de una de sus últimas apariciones públicas. Se lo vio lleno de vitalidad, enormemente apasionado por la literatura y la política. Incluso habló sobre su propia muerte, que se produjo exactamente catorce días después, pero que nadie siquiera intuyó tan cercana.
La convocatoria al encuentro con la prensa era a las 11 horas en el Hotel Alvear, en el barrio porteño de Recoleta. Nos hizo esperar bastante, alrededor de una hora. Como queriendo anticipar que el momento que seguiría bien valía el tedio. Una docena y media de periodistas y fotógrafos se paraban, tomaban café y volvían a sentarse. Otros leían, miraban sus computadoras portátiles o hablaban por teléfono, echando miradas ansiosas hacia la puerta.
Alrededor de las 12, Fuentes finalmente ingresó con postura elegante y paso resuelto al salón en el primer piso. En compañía de su esposa, vestía un pulóver negro y camisa blanca, con pantalón al tono. Silvia Lemus se acomodó en las sillas del fondo. Él asumió con naturalidad el protagonismo, ocupando el escritorio en el frente.
Un análisis apasionado y lúcido de la realidad. |
Fuentes, que viajó hasta el sur del continente para dar una concurrida conferencia magistral esa misma noche en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, aprovechó para destacar la vigencia eterna de la novela. "Uno ha visto pasar la prensa, la radio, la televisión, el cine, los medios modernos, y la novela pervive. Porque la novela dice lo que no puede decirse de otra manera".
El escritor con una prestancia que disimulaba sus 83 años reflexionó sobre su vasta obra (“una vez que uno escribe es como si tuviera un hijo, nace y tiene su vida propia”) y dio datos de su nueva novela, “Federico en su balcón”, aún inédita.
"Un amigo incomparable" |
Analizó el panorama actual de la literatura latinoamericana, tan diferente al del “boom” que lo tuviera entre sus mayores representantes. “En la actualidad hay cientos de escritores y la temática es muy diversa". De vez en cuando, sus ojos marrones se encendían de picardía, como cuando sentenció: el "boom" "ya no puede volver a existir, a menos que se mueran todos y queden seis".
Relajado y sin rodeos, confesó que releía cada año el Quijote y que aún no había tomado contacto con la obra de Roberto Bolaño. “Espero que se aquieten las aguas un poco para leerlo con tranquilidad", dijo, sin adivinar la jugarreta del destino.
El tiempo -tan remolón antes del ingreso de Fuentes- de repente se había pasado volando. Llevaba casi cuarenta minutos delante del micrófono, atendiendo con inalterable paciencia a todas las preguntas, exponiendo con sabiduría y entusiasmo.
Antes de partir, se prestó todavía al ritual de la firma de libros y de fotos, que también seduce a los periodistas cuando una figura de la talla de Fuentes está tan al alcance, de buen humor y a pocos metros. Atesoro ambos: el libro autografiado de “La gran novela latinoamericana” y la fotografía.
Increíblemente, la última pregunta que contestó fue sobre su muerte. ¿Era verdad que ya tenía un lugar aguardándolo en París? Fuentes lanzó una carcajada breve y respondió con soltura: “Sí, en el cementerio de Montparnasse. Tengo un monumento muy bonito esperándome”.
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