Blog que reúne las entrevistas que realicé para el servicio español de la Agencia Alemana de Prensa (dpa) en los últimos 20 años.
Desde Carlos Monsiváis a Jorge Edwards, pasando por Ricardo Piglia, Siri Hustvedt, Sergio Ramírez, Elena Poniatowska, Margo Glantz, Almudena Grandes, Luisa Valenzuela, Alan Pauls, Claudia Piñeiro, Juan Villoro y Fernando Vallejo, así como el traductor del "boom" Gregory Rabassa y el poderoso agente literario Andrew Wylie.

También compila otras notas sobre vida y obra de diferentes escritores y sobre las últimas ediciones de actividades culturales como los Congresos Internacionales de la Lengua Española, la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

miércoles, 20 de abril de 2011

ENTREVISTA / EDWARDS, ENTRE LA ADICCIÓN A MONTAIGNE Y UN PRIMER TOMO DE MEMORIAS

Buenos Aires, 20 abr (dpa) - Jorge Edwards, actual embajador chileno en Francia, no se distanció del quehacer literario. Así lo demuestra su visita a Buenos Aires para presentar su última novela, "La muerte de Montaigne", mientras corrige un primer tomo de memorias que evoca sus épocas de "escritor clandestino".

El Premio Cervantes, uno de los principales invitados a la 37 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires que abre hoy sus puertas, confiesa a dpa que Michel de Montaigne "es un autor que produce adicción en cierto modo". También destaca que "era un tipo de una curiosidad insaciable". Eso "me gusta, porque creo que la curiosidad es la juventud. Cuando se pierde la curiosidad es como si uno se hubiera muerto".

La novela despliega un interesante juego literario, entre investigación y narración y entre pasado y presente. El escritor de "Persona non grata" y "Adiós, poeta" leyó a Montaigne (1533-1592) desde su juventud, atraído por su estilo y la mirada que el autor de los "Ensayos" arroja sobre el mundo.

"Yo creo que Montaigne juega con la literatura y con el lenguaje. La libertad que tiene con respecto al lenguaje es también la que tiene para mirar las cosas. Es un escritor de la libertad, para mi gusto", considera Edwards, uno de los más importantes novelistas chilenos de las últimas décadas.

"La muerte de Montaigne" (Tusquets) gira en torno a los años finales del Señor de la Montaña y aborda su relación con su último amor, la joven Marie de Gournay, con el trasfondo de las guerras de religión en Francia durante la segunda mitad del siglo XVI.

Mientras teje y desteje la trama, Edwards vuelve a navegar el terreno de las conjeturas. "Yo no soy un historiador realmente, ni un investigador histórico. Entonces me imagino cómo puede haber sido". Y revela que optó por leer todo lo que encontró de y sobre Montaigne.

Entre los autores latinoamericanos que más se acercan a Montaigne, Edwards cita especialmente al brasileño Joaquim Maria Machado de Assis y a los argentinos Julio Cortázar ("por su sentido lúdico") y a Jorge Luis Borges.

"Borges es un tipo que hace bromas, y que se inventa un Borges, que se observa a sí mismo pero con una distancia irónica, porque hay un Borges inventado por Borges que se ve en muchos de sus textos", analiza. "Esa capacidad de inventarse y de mirarse inventándose es muy montaignista".

Al igual que en obras anteriores del Premio Cervantes 1999, en la trama se filtra la historia de la elaboración de la novela, incluyendo su viaje al castillo de Montaigne en Burdeos. "Me da libertad para escribir, me permite escribir además. Porque si yo me aburriera no escribiría".

Durante su visita, descubrió que además de sus libros y sus vigas escritas con frases de los clásicos, el filósofo tenía tres sillas de montar. "Porque de repente se aburría de leer o escribir y ensillaba un caballo y partía. A veces partía por una semana, pero uno de sus grandes viajes a caballo duró dos años. También ese espíritu un poco vagabundo me atrae".

Otra fuerte identificación de Edwards se produce porque "Montaigne era güelfo para los gibelinos y gibelino para los güelfos". "Yo soy izquierdista para los derechistas y viceversa", apunta.

Próximo a cumplir 80 años el 29 de junio, Edwards confiesa que siente nostalgia de la época en que empezó a incursionar en la literatura. Y por eso plasmó en París un borrador de un primer tomo de memorias, cuyo título provisional es "Los círculos morados". Allí describe "la entrada de un joven chileno en la vida literaria en tabernas siniestras, viniendo de una casa burguesa".

"Cuando comencé a escribir, como a los 15 años, y como mi familia no era literaria sino más bien del mundo de las finanzas, fui escritor clandestino. Al comienzo escribía en mi cuarto, en unos cuadernitos, y después les leía cosas a mis amigos. En ese tiempo, cuando a dos o tres amigos les gustaba algo, uno sentía un estado de gran felicidad".

"Íbamos a unos lugares sórdidos de Santiago y tomábamos vino muy malo. Y estos vinos le marcaban a uno un círculo en la boca, un círculo de color morado, el círculo que dejan los vinos malos". El primer tomo comprende por ahora su infancia, adolescencia y comienzos de la juventud, adelanta. "No sé si será la primera parte de un libro o un tomo separado. Y como es muy remoto todo eso ya, y ese Santiago no existe, creo que es pura literatura. Creo que nunca he hecho más ficción que ahora".

Los lectores, sin embargo, aún deberán esperar su publicación. "Estoy corrigiéndolo, porque yo escribo primeras versiones rápidas. Si no, me aburro mucho". "Son como 280 páginas, y estoy en las primeras 90", explica el ganador del Premio Iberoamericano Planeta-Casa de América de Narrativa con "La casa de Dostoievsky".

"La técnica hay momentos en que uno la agradece mucho y momentos en que es un dolor de cabeza terrible", admite el escritor que a su llegada a Buenos Aires no pudo conectar su computadora, por un simple capricho de incompatibilidad de enchufes. "La pluma era más fácil", apunta.

Edwards cuenta también que está releyendo "Alicia en el país de las maravillas", sobre el que disertará próximamente en Alicante. "Es una maravilla, uno de los mejores libros que se han escrito". "Me ha parecido que hay una relación con Montaigne, que es el juego, la contradicción, la broma".

La presentación de "La muerte de Montaigne" será el viernes en la cita porteña con el libro. "Las ferias son aglomeraciones a veces un poco estrambóticas, pero permiten un contacto del autor con ese personaje tan misterioso que es el lector", valora Edwards.

"He hecho muchas cosas en mi vida, pero siempre he mantenido eso de leer y escribir. Lo hago en las circunstancias más complicadas", apunta el representante chileno en tierras galas. "Siempre escribo, casi todos los días, dos horas antes de comenzar a trabajar. Después me visto a la carrera y parto a ver mis papeles oficiales".

Y reflexiona con humor: "He hecho lo contrario que Montaigne. Porque él escapó de la corte, se encerró en su torre y se dedicó a leer y escribir el final de su vida. Y yo he aceptado ir ahí a una embajada en París, que es como estar en una corte".

Edwards admite que en "muchos momentos" preferiría volver a la torre de la literatura. Pero luego matiza y se conforma: "Tengo mi torre propia ahí, y tengo buena vista, los techos de París".

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