Blog que reúne las entrevistas que realicé para el servicio español de la Agencia Alemana de Prensa (dpa) en los últimos 20 años.
Desde Carlos Monsiváis a Jorge Edwards, pasando por Ricardo Piglia, Siri Hustvedt, Sergio Ramírez, Elena Poniatowska, Margo Glantz, Almudena Grandes, Luisa Valenzuela, Alan Pauls, Claudia Piñeiro, Juan Villoro y Fernando Vallejo, así como el traductor del "boom" Gregory Rabassa y el poderoso agente literario Andrew Wylie.

También compila otras notas sobre vida y obra de diferentes escritores y sobre las últimas ediciones de actividades culturales como los Congresos Internacionales de la Lengua Española, la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

miércoles, 27 de abril de 2011

ALEJANDRA PIZARNIK, LA POETISA QUE TRANSITÓ EL LÍMITE DE LO DECIBLE

Buenos Aires, 27 abr (dpa) - "Ahora / la muchacha halla la máscara del infinito / y rompe el muro de la poesía". Los últimos versos de "Salvación", de Alejandra Pizarnik, reafirman la dimensión de su ardua búsqueda: una poesía situada en los límites de lo decible.

Una de las grandes poetisas argentinas del siglo XX y también una de las voces más singulares e inquietantes de la poesía contemporánea, habría cumplido 75 años el 29 de abril. Su itinerario poético está estrechamente vinculado a su tragedia personal, de la que decidió liberarse hace casi cuatro décadas, con apenas 36 años.

Hasta el momento de su suicidio con una sobredosis de seconal, el 25 de septiembre de 1972, cuando pasaba un fin de semana fuera de la clínica psiquiátrica donde estaba internada, Pizarnik ya había nombrado intensamente la muerte en su propia lengua.

Numerosos colegas, entre ellos, sus compatriotas Julio Cortázar y Olga Orozco, le rindieron tributo. En su poema "Aquí Alejandra", Cortázar la llama "bichito". Orozco, en "Pavana para una infanta difunta", clama: "te probabas lenguajes como ácidos, / como tentáculos, / como lazos en manos del estrangulador".

El lenguaje era una de sus grandes obsesiones. "Cuando doy a conocer un libro de poesías nada me preocupa porque me alegra demasiado la perspectiva de quitarme de encima el peso de mis poemas, tan livianos cuando dejan de ser míos o inéditos y cuando algún lector privilegiado los asume y, así, me ayuda a compartir el terrible peso de la palabra solitaria", admitía en una entrevista.

Pizarnik -cuyos "Diarios" se publicaron en 2003 con edición a cargo de Ana Becciu- nació en 1936 en el seno de una familia de inmigrantes rusos, de ascendencia judía, que vivió en la parte sur de Buenos Aires. Tal vez esa falta de raíces locales se relacione con el sentimiento de exilio que recorre sus poemas. "Los que llegan no me encuentran. / Los que espero no existen".

En 1954 ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras para cursar la carrera de Filosofía, que abandonó por la de Letras, la que a su vez dejó inconclusa para estudiar pintura con el surrealista uruguayo Juan Battle Planas, quien contribuyó a la evolución de sus conceptos sobre poesía. Pizarnik daría una importancia primordial al carácter plástico de los poemas.

Junto con "La tierra más ajena" (1955), del que luego renegó, otros dos libros completan esa primera etapa: "La última inocencia" (1956) y "Las aventuras perdidas" (1958), antes de que decidiera partir a París, emulando el periplo de otros poetas latinoamericanos entre 1960 y 1964.

En la capital francesa, por la que se apasionó, conoció a Octavio Paz y Cortázar. También desarrolló una actividad múltiple como colaboradora en algunas de las principales revistas de Europa y América Latina, a la vez que tradujo poemas de Antonin Artaud, Henri Michaux e Ives Bonnefoy. Por entonces el mexicano Paz escribió el prólogo a su libro "Árbol de Diana" (1962).

Ya a su regreso a Buenos Aires vieron la luz "Los trabajos y las noches" (1965), "Extracción de la piedra de locura" (1968), "El infierno musical" (1971) y la obra en prosa "La condesa sangrienta" (1971).

Sus tendencias obsesivas se agudizaron hacia el final de su vida; en sus últimos trabajos aparece ya una forma de prosa que se parece más al delirio. También se expresa la disociación de su personalidad: "No puedo hablar con mi voz sino con mis voces".

"Yo ya no existo y lo sé; / lo que no sé es qué vive en lugar mío", confiesa en "El infierno musical", considerado una suerte de libro póstumo en vida. La tragedia y la angustia continúan latiendo en su poesía.

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