Blog que reúne las entrevistas que realicé para el servicio español de la Agencia Alemana de Prensa (dpa) en los últimos 20 años.
Desde Carlos Monsiváis a Jorge Edwards, pasando por Ricardo Piglia, Siri Hustvedt, Sergio Ramírez, Elena Poniatowska, Margo Glantz, Almudena Grandes, Luisa Valenzuela, Alan Pauls, Claudia Piñeiro, Juan Villoro y Fernando Vallejo, así como el traductor del "boom" Gregory Rabassa y el poderoso agente literario Andrew Wylie.

También compila otras notas sobre vida y obra de diferentes escritores y sobre las últimas ediciones de actividades culturales como los Congresos Internacionales de la Lengua Española, la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

jueves, 1 de noviembre de 2018

FABIO MORÁBITO: "TODO ESCRITOR TIENE QUE SABER HACER TRAMPA"



El escritor Fabio Morábito nació en Egipto de padres italianos, vivió su infancia en Milán y se mudó a México a los 15 años, donde adoptó el español para su obra literaria. Una vida trashumante que tiene correlato en su tránsito por la poesía y el cuento, pero también por la novela y el
ensayo.


Mientras en estos días se publica en México su segunda novela, "El lector a domicilio", que presentará durante la próxima Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, Morábito está terminando un nuevo libro de poemas. En entrevista con dpa, el destacado poeta y cuentista no duda a la hora de definir los atributos de un buen narrador: "Cautiva sin querer cautivar, que es quizás la receta de oro".

El autor de volúmenes de relatos como "Grieta de fatiga" y "Madres y perros" o textos de género incierto como "También Berlín se olvida" apunta que en todos los cuentos "tiene que haber algo de trampa".

"Todo escritor tiene que saber hacer trampa", dice Morábito, cuya lengua materna es el italiano. "Una historia es un buen engaño. Toda historia tiene una cosa impredecible y el autor debe aprovechar eso a su favor", añade. 


El protagonista de "El lector a domicilio" (Sexto Piso) es un hombre joven, Eduardo, incapaz de involucrarse en los libros que lee y que apenas capta el sentido de las palabras que desfilan antes sus ojos. "Como ha cometido un delito menor, tiene que pagarlo con trabajo comunitario, visitando casas de gente enferma, jubilados, y leerles", adelanta Morábito, quien participó en octubre en el festival literario Filba Internacional en Buenos Aires.
dpa: Pensando en el personaje de Eduviges, supuesto mal narrador del cuento "The next stop" de "Madres y perros", ¿cuáles cree que deben ser las características de un buen narrador? 
Morábito: Sabe dosificar el suspenso y cautiva sin querer cautivar, que es quizás la receta de oro. De una manera casi displicente, dejar que la historia agarre su fuerza, libre de la autoridad del narrador. No mostrarse dueño de un tesoro, pero para que ese tesoro se muestre de una manera mucho más contundente, precisamente porque nadie se lo esperaba.

Hay algo de trampa en todos los cuentos, tiene que haber algo de trampa. Todo escritor tiene que saber hacer trampa. Si es demasiado buena persona para no hacer trampa, seguirá siendo buena persona nada más (se ríe). Una historia es un buen engaño. Toda historia tiene una cosa impredecible y el autor debe aprovechar eso a su favor. 
dpa: ¿El cuento sigue siendo un género relegado frente a la novela?
Morábito: El cuento tiene poca fortuna editorial y mucho respeto crítico, un poco avasallado por la novela. Es una lástima porque se escriben tantas malas novelas, es tan fácil escribir malas novelas y publicarlas. Y en cambio no es tan fácil escribir un mal libro de cuentos. Uno se da cuenta enseguida si un cuento vale la pena o no. A la novela le damos más posibilidades. Puede tener un comienzo demorado, un poco difuso, y después tenemos la esperanza de que va a agarrar su ritmo.
Leer un libro de cuentos es más difícil, nos exige más atención que una novela, cuyas aguas son más hospitalarias, porque corren más lentamente. Nos encariñamos con los personajes, nos familiarizamos. Por eso los bestseller tienen 600, 700 páginas. Lo que leen los gringos en las playas son librotes que uno diría 'qué trabajo arduo', pero no es tan arduo, porque uno entra en una especie de telenovela y ahí va navegando.
dpa: ¿Cuándo sabe que tiene entre manos algo para escribir en poesía o en prosa?
Morábito: No tengo ese problema, porque como escribo por temporadas, si escribo un libro de cuentos todo lo que se me ocurre lo pienso en términos de cuentos. Y al revés, cuando estoy escribiendo poesía me concentro en ella y todo lo que me pasa alrededor, cualquier estímulo, va para el lado de la poesía. 
Son dos facetas muy separadas, lo cual no significa que no encuentre cada vez más semejanza entre la poesía y el cuento. De hecho lo encuentro al cuento más semejante al poema que a la propia novela.  
dpa: ¿Y cuáles serían esas semejanzas?
Morábito: Por el lado de no saber adónde va la historia, como no sabes nunca adónde va el poema. Una novela de algún modo tienes que planteártela en términos un poco estratégicos, tienes que saber la historia aunque quizás no sepas el final. El grado de improvisación se da dentro de las distintas partes o capítulos, pero el armazón lo tienes que tener más o menos hecho para lanzarte a esta ardua empresa de escribir una novela. Un cuento, igual que un poema, a veces necesita nada más un mínimo estímulo, una imagen, una situación, una frase. 
dpa: ¿En qué género se siente más cómodo para escribir?
Morábito: Me gusta más escribir poesía, porque el cuento es muy problemático. Es tan difícil escribir un buen poema como un buen cuento, pero el cuento nunca termina, siempre puedes corregir una frase, quitar una palabra, mover una coma de lugar. (...) El cuento es una bestia peluda (se ríe), entonces prefiero escribir poemas.
FABIO MORÁBITO: Narrador, poeta, ensayista y traductor, nació en 1955 en Alejandría (Egipto) de padres italianos y vive en México. Es autor de los libros de poesía "Lotes baldíos", "De lunes todo el año", "Alguien de lava" y "Delante de un prado una vaca", los libros de cuentos "La lenta furia", "La vida ordenada", "Grieta de fatiga" y "Madres y perros" y la novela "Emilio, los chistes y la muerte". Asimismo publicó "También Berlín se olvida" y "El idioma materno". Tradujo del italiano a diversos autores como Eugenio Montale.
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