"Creo que nadie vive de la literatura en Venezuela, ni siquiera un escritor de autoayuda exitoso", afirma el narrador y guionista venezolano Alberto Barrera Tyszka, quien señala que en su país "hay una gran desazón" en medio de "una crisis económica que luce espantosa".
"Algunos se han dedicado al periodismo, a la televisión, la radio, buscando cómo ganarse la vida", dice a dpa el ganador del Premio Herralde de Novela 2006 con "La enfermedad". En una Venezuela "absolutamente dependiente del petróleo", la situación está "muy mal en general", apunta.
El propio Barrera Tyszka, uno de los invitados del festival de literatura Filba Internacional, trabaja desde hace más de 20 años como guionista de telenovelas en diferentes países de América Latina. Se inició cuando lo convocó un amigo que estaba en televisión y, como él no tenía trabajo estable, aceptó.
"Venía de una sociedad como la venezolana donde hay un 'petroestado', donde lo natural era que los escritores vivieran del Estado, y mi generación y yo queríamos reaccionar frente a eso y queríamos vivir de la escritura como fuera. Tuve un largo aprendizaje a tolerar y entender la televisión, y la telenovela, más".
Barrera Tyszka, autor de la biografía "Hugo Chávez sin uniforme. Una historia personal" junto a la periodista Cristina Marcano, publicó asimismo cuento y poesía. Asegura sentirse cómodo "dentro de la narrativa y la novela. La poesía me parece muy difícil, o al revés, me parece que es muy fácil ser mal poeta".
El escritor nacido en Caracas en 1960, traducido a varios idiomas, terminó una novela que tal vez salga a fin de año y está trabajando en otra. "Creo que muchos narradores venezolanos estamos pensando y viendo si es posible contar algo de lo que nos pasa. Estamos empezando a hacer los primeros ensayos de tener relación un poco con la realidad que vivimos", reflexiona.
"Creo que nos va a costar muchos años. Pero que ciertamente esto tiene que estar en nuestra literatura. Son 16 años de un gobierno nuevamente militar de algo que se autoproclama como revolución y que ha determinado la vida de mucha gente. Se calcula que hay un millón y medio de venezolanos fuera", indica Barrera Tyszka, que publica sus columnas dominicales desde hace casi 20 años en el diario opositor venezolano "El Nacional".
A la pregunta de si cree que las elecciones legislativas en diciembre pueden marcar un punto de inflexión, duda: "Me gustaría que fuera, pero no puedo avizorarlo, no lo sé. En Venezuela desde hace tiempo vivimos como una especie de pre-apocalipsis cotidiano, siempre viene algo donde decimos 'aquí viene el desenlace' y nunca termina el desenlace de pasar, siempre seguimos como en ese mismo precipicio".
Por otra parte, Barrera Tyszka destaca que hace algunos años se vivió una "especie de renovación o de fuerza" de los autores venezolanos. "El control de cambio obligó también a los grupos editoriales grandes, como no podían sacar los dólares, a invertir en Venezuela, y esto estuvo muy bien porque se publicaron muchos autores y además descubrimos que éramos un país lector, (hubo) muchos autores locales que vendieron muchos libros”.
El auge alcanzó a la novela y a obras de periodismo e historia. "Tenía que ver con que los venezolanos queríamos saber qué nos pasaba y posiblemente los periódicos no daban respuestas suficientemente satisfactorias", afirma. "Lo que pasa es que ya cuando entra la crisis inflacionaria todo eso se viene abajo, porque es insostenible, la gente no va a comprar libros ahora".
Mientras, el autor de la novela "Rating" y el volumen de cuentos "Crímenes" se reparte entre sus dos oficios. La televisión clásica no soporta complejidades, en cambio la literatura es el territorio de esa complejidad y la ambigüedad, observa. ¿Cómo se organiza para saltar de una a otra? "Si tengo un proyecto de televisión muy fuerte no me puedo involucrar en otras cosas. Trato de pasar seis o siete meses (con él) y los otros meses termino de escribir mis proyectos literarios".
Respecto de la telenovela, Barrera Tyszka sostiene que en un momento se convirtió "en una marca de América Latina". "Fue incluso nuestra marca unificadora frente a Europa, cuando se volvían locos por 'Cristal' y por una cantidad de telenovelas. La cursilería llegó a ser un producto de exportación de los latinoamericanos. Lo que pasa que ahora producen telenovelas en Croacia, en Turquía. Descubrimos que esa emoción desbordada la puede tener todo el mundo".
Y de la mano de la tecnología se impuso un cambio drástico. En su momento se analizaba que "la televisión era un monstruo poderosísimo que nos alienaba, que reproducía la cultura dominante. Y de repente todo eso se hizo agua". El poder pasó a los televidentes "y ese monstruo se quedó sin ninguna fuerza, porque ahora los usuarios pueden decidir a qué hora ven la televisión, cómo la ven, si la ven con o sin publicidad. Incluso la televisión se va a acabar. La gente que tiene menos de 25 no usa la televisión, sino la pantalla de la computadora".
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