Caparrós se muestra interesado en los libros "cuyo género no se puede definir claramente". Y los que se prestan a las clasificaciones, como una novela tradicional, "son los menos inquietantes". "Es lo que le gusta en general a los diversos vendedores de libros, a los editores, a los distribuidores, incluso a los comentaristas”, señala a dpa el reconocido cronista de "La guerra moderna" y "Una luna", que está terminando de corregir "El hambre", mezcla de crónica y ensayo.
El ganador del Premio Herralde con su anterior novela "Los Living", vuelca su mirada en "Comí" hacia una trama en apariencia pequeña: un hombre debe someterse en tres días a una colonoscopía, por lo que deberá vaciar antes su aparato digestivo. El protagonista, que también se apellida Caparrós, pasa revista al lugar que ocupó la alimentación en su vida e incluso calcula que comió 59.000 veces.
"Efectivamente en ese personaje que se llama Caparrós hay algunos rasgos y datos que me recuerdan vagamente a mí. Éste lleva el equívoco un poco más lejos porque tiene un nombre parecido al mío y algunas actividades que se asemejan a las mías, pero sigue siendo un personaje de ficción", cuenta en comunicación telefónica desde tierras mexicanas, donde participó días atrás de la Feria Internacional del Libro de Oaxaca.
Caparrós (Buenos Aires, 1957) afirma que comer es un acto de cultura muy fuerte, en la medida que es producto y función de la cultura, la educación, la historia y el entorno del comensal. "Cada día que nos sentamos a la mesa estamos poniendo en acto todo eso, estamos poniendo en juego nuestra cultura, pero al mismo tiempo tiene un componente fisiológico fuerte. Comer también es un acto mucho más primario de alimentación. Y son indisociables".
A lo largo de los tres días de angustiosa cuenta regresiva de "Comí" (Anagrama), el protagonista analiza las relaciones con su pareja y su hija, así como el frío lugar que ocupa la medicina. "Es interesante cómo resignamos el control sobre nuestros cuerpos en manos de alguien que tiene un supuesto saber que lo autoriza", apunta el novelista y ensayista.
"Uno hace muchas más búsquedas cuando se quiere comprar un teléfono móvil" que cuando va a ponerse en manos de un doctor. "Te entregás a un señor que junta en un mismo personaje el verdugo y el salvador, es el mismo tipo que te dice 'usted está arruinado, pero yo lo voy a curar'. En general son personajes distintos los que te anuncian el desastre y los que te salvan, pero en el caso del médico, no”.
A mediados del año próximo Caparrós espera publicar “El hambre”, en busca de "entender y contar qué pasa con esa enorme cantidad de personas que no comen lo suficiente, por qué les sucede y cómo les sucede".
Para esta obra el cronista recorrió varios países africanos, asiáticos, América Latina y Estados Unidos. "Llevo ya dos o tres años trabajando como un perro, es uno de esos libros que me ha costado muchísimo trabajo, pero estoy contento con el hecho de estar haciéndolo y terminándolo".
Caparrós, con una vasta trayectoria periodística en gráfica, radio y televisión, dirigió hace tiempo la revista "Cuisine & Vins". “Siempre me interesó el tema de la comida. No quería convertirme en un crítico gastronómico, pero sí me interesaba hacerlo de vez en cuando".
Continúa escribiendo cada tanto sobre temas culinarios y el año pasado publicó "Entre dientes, crónicas comilonas" con la editorial mexicana Almadía. "Es algo que me entretiene hacer, y también me parece de algún modo un pequeño desafío cómo escribir un texto sobre gastronomía que sea interesante, legible".
El narrador califica de "curiosa" la función de los críticos gastronómicos en sociedades con ciertos sectores medios que gozan de acceso a mayor consumo, pero no saben bien cómo hacerlo. "Necesitan de estos árbitros de la elegancia, que les digan cómo comer, dónde comer, qué combinar, qué vinos tienen que tomar. O sea resignan el control sobre una actividad que hacen todo el tiempo en aras de conseguir la adecuación a un deber ser social".
Caparrós, quien se licenció en historia en París, residió en Madrid y Nueva York y regresó a su país con el advenimiento de la democracia en los 80, vive actualmente en Barcelona. "Tenía ganas de efectivamente tomar cierta distancia de la Argentina, que en este momento me parece un poco tóxica", explica el escritor, duro crítico del kirchnerismo gobernante.
"No tiene que ver con la posibilidad de escribir, sino con la posibilidad de por un lado vivir mejor y por otro lado pensar cosas que excedan el estrechísimo marco provinciano en que los argentinos nos estamos encerrando cada vez más". Y añade: "Una de las características más tóxicas de la Argentina es que no parece haber discusiones y proyectos a mediano plazo, todo es mañana, pasado, la semana que viene".
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