Durante los turbulentos meses previos y posteriores al golpe militar de 1976, una niña de clase media admira a su padre, un comunista convencido sin militancia partidaria. Una figura que a veces también la incomoda, porque debe lidiar con las contradicciones que surgen entre su ambiente familiar y su entorno social.
El tema de su libro más autobiográfico "es el silencio", sostiene en diálogo con dpa la exitosa autora de las novelas "Las viudas de los jueves", "Tuya" y "Betibú". La protagonista debe callar lo que se habla dentro de su casa, ya que tiene conciencia de que los demás opinan distinto. Y su padre, cuando se enoja, castiga a los otros con el mutismo.
Piñeiro opina que el silencio constituye también la base de su "proceso creativo como escritora". "Yo creo que escribo justamente para encontrar las palabras para ese silencio que hubo en otro momento. Eso que no se pudo decir en algún momento, uno después lo llena de palabras para poderlo explicar. Y creo que mucho de la cuestión de por qué soy escritora tiene que ver con el silencio de ese momento".
La novela ambientada en la localidad bonaerense de Burzaco -donde Piñeiro nació en 1960- "no es verdaderamente una autobiografía". "En muchos aspectos no hay una cosa de ceñirse a lo que realmente pasó, sino a lo que a mí me convenía en términos narrativos", revela la ganadora del Premio Clarín de Novela 2005 con "Las viudas de los jueves" y del Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2010 con "Las grietas de Jara".
Tras su publicación en varios países latinoamericanos, España y Estados Unidos, la autora presentará hacia fines de año "Un comunista en calzoncillos" (Alfaguara) en la Feria Internacional del Libro de Miami y probablemente en la FIL de Guadalajara.
La novela se articula en dos partes con referencias cruzadas. La primera, "Mi padre y la bandera", transcurre entre diciembre de 1975 y junio de 1976, meses en los que la protagonista transita primero las vacaciones de verano y luego sus días de colegio.
Su padre, que también le reclamará una difícil prueba de lealtad, le revela algunas de sus humildes acciones de resistencia. "Hay pequeños actos que son los que te mantienen en un lugar un poco más digno", reflexiona la autora sobre esos días oscuros de la última dictadura militar en Argentina (1976-1983).
La segunda parte, "Cajas chinas", reúne materiales heterogéneos como fotografías de su infancia, recortes periodísticos de la época y otros recuerdos y anécdotas familiares.
"Cada lector es libre de seguir el orden de lectura que elija", aclara Piñeiro al comienzo de la novela. Una suerte de homenaje a "Rayuela" de Julio Cortázar: "Esa cosa de la libertad por dónde se le entra a esta novela tiene que ver con ese camino".
El disparador del libro fue el pedido de un blog para que escribiera un texto sobre qué estaba haciendo el día del golpe de Estado, el 24 de marzo de 1976. "Buscando ese recuerdo apareció una imagen, y esa imagen trajo otra, y esa otra, etcétera, etcétera. Además había muchas cosas que cuando las recordaba estaban absolutamente presentes y vívidas, pero no tenía conciencia de que las recordaba hasta evocarlas para este proceso".
Consultada sobre cómo lidió Argentina con su pasado reciente, analiza: "Me parece que es el proceso que se debió dar. En su momento enseguida que volvimos a la democracia tuvimos la suerte de que existiera un juicio por el cual se condenó a los represores y se los metió presos. Y (el dictador Jorge Rafael) Videla hace pocos meses murió en la cárcel, lo cual era lo que correspondía".
Por su parte, volcarse a la escritura de "Un comunista en calzoncillos" obedeció "más a un deseo, una voluntad, que a una decisión en sí misma", afirma Piñeiro, asimismo dramaturga y guionista de televisión. "Era mi momento para poder meterme con eso".
Se trató en definitiva de "una evocación reparadora". "Porque uno cuando es adolescente tiene todas las contradicciones con los padres que corresponden tener en la adolescencia. Cuando ya sos un adulto, hay muchas de esas cosas que las mirás desde otro lugar, con otra perspectiva, con la circunstancia de uno también haber tenido hijos, y de alguna manera con más compasión, con más comprensión sobre determinadas cosas".
Y Piñeiro traza su balance: "Cuando te metés con estos temas te da la sensación que ya contaste todo y ahora qué otra cosa vas a contar. Después eso desaparece, pero en el momento más o menos cercano a terminar la novela te sentís bastante desnudo".
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