En la cima de su carrera y tras años de negativas, Cortázar finalmente impartió su curso sobre literatura en octubre y noviembre de ese año en Estados Unidos. Lecciones magistrales que engloban temas como el cuento fantástico y el realista, la musicalidad y el humor, lo lúdico y el erotismo. Y que también abordan la génesis y evolución de su propia obra, marcada en las últimas décadas por su fuerte compromiso con Latinoamérica.
"Clases de literatura" (Alfaguara), a cargo del filólogo español Carles Álvarez Garriga -quien ya editó previamente junto con Aurora Bernárdez "Papeles inesperados" y los cinco tomos de las "Cartas" cortazarianas-, transcribe de manera minuciosa 13 horas de grabaciones. El libro llegará en septiembre a Uruguay y Chile, en octubre a España y en noviembre a México, Perú y Estados Unidos, poco antes de que 2014 marque un siglo del nacimiento de Cortázar en Bruselas y los 30 años de su muerte en París.
"Cortázar logra una vez más que quien se acerque a él no se comporte pasivamente: ofrece, y consigue, la complicidad que es la clave de todo aprendizaje", sostiene Álvarez Garriga en el prólogo, donde también apunta que "el Cortázar oral es extraordinariamente cercano al Cortázar escrito".
Ya desde la primera clase, el ilustre profesor se sincera con sus estudiantes: "Tienen que saber que estos cursos los estoy improvisando muy poco antes de que ustedes vengan aquí: no soy sistemático, no soy ni un crítico ni un teórico, de modo que a medida que se me van planteando los problemas de trabajo, busco soluciones".
Un Cortázar en edad de balances considera que atravesó tres etapas como escritor: una estética, una metafísica y una histórica, las que no hay que entender de manera excesivamente compartimentada. "Al mismo tiempo que mi mundo estetizante me llevaba a la admiración por escritores como (Jorge Luis) Borges, sabía abrir los ojos al lenguaje popular, al lunfardo de la calle que circula en los cuentos y las novelas de Roberto Arlt", advierte sobre esa primera etapa.
Su extenso relato "El perseguidor" funciona como una suerte de bisagra hacia la segunda: "En la gran soledad en que vivía en París de golpe fue como estar empezando a descubrir a mi prójimo en la figura de Johnny Carter, ese músico negro perseguido por la desgracia cuyos balbuceos, monólogos y tentativas inventaba a lo largo de ese cuento".
Durante esta etapa metafísica, cada vez más deseoso de ahondar en la psicología de los personajes, surgen en el autor una serie de preguntas que se traducen principalmente en dos novelas: "Los premios" y "Rayuela".
Y la última fase se abre luego de su primera visita a Cuba en 1961 como jurado de la Casa de las Américas. "Me di cuenta de que ser un escritor latinoamericano significaba fundamentalmente que había que ser un latinoamericano escritor: había que invertir los términos y la condición de latinoamericano, con todo lo que comportaba de responsabilidad y deber, había que ponerla también en el trabajo literario".
Lo lúdico en la literatura será un contenido infaltable a su paso por la Universidad de California en Berkeley. "El niño nunca ha muerto en mí y creo que en el fondo no muere en ningún poeta ni en ningún escritor. He conservado siempre una capacidad lúdica muy grande". Y explica: "Un escritor juega con las palabras pero juega en serio; juega en la medida en que tiene a su disposición las posibilidades interminables e infinitas de un idioma".
Durante las ocho clases el autor de "Historias de cronopios y de famas" responde con dedicación a todas las preguntas y confiesa que le costó bastante entrar en el terreno del humor. "Un día, debía tener 18 o 20 años, de golpe empecé a leer por un lado literatura extranjera y por otro lado en lo que me rodeaba comencé a descubrir la presencia de un humor muy secreto, muy escondido pero de una eficacia extraordinaria en escritores como por ejemplo Macedonio Fernández".
El humor en la literatura desacraliza y "está pasando continuamente la guadaña por debajo de todos los pedestales, de todas las pedanterías, de todas las palabras con muchas mayúsculas", realza el maestro, que ilustra sus conceptos con algunos de sus textos como "Instrucciones para subir una escalera" o "Grave problema argentino: querido amigo, estimado, o el nombre a secas".
Cortázar revela que los sueños han sido uno de los motores de sus cuentos fantásticos. Y que si, de entre todos sus relatos, debiera elegir uno, probablemente optaría por "El perseguidor". "Un poco lo que el personaje de 'El perseguidor' busca en el cuento, yo lo estaba buscando también en la vida". Además compara al cuento con la noción de la esfera ("la forma geométrica más perfecta en el sentido de que está totalmente cerrada en sí misma") y a la novela, con el poliedro. "El cine sería la novela y la fotografía, el cuento".
El autor de "Rayuela" define a su última clase como "una gran reunión de amigos en la que todavía durante una hora y media vamos a poder hablar sin demasiado método de algunas cosas que quizá se nos quedaron un poco colgadas en el camino" y se disculpa porque el encuentro será algo más corto.
"Como en las películas de James Bond, de aquí tenemos que saltar a un auto que nos lleva al aeropuerto de Oakland donde tenemos que saltar a un avión que nos lleva a Los Ángeles donde un amigo nos espera con un auto para llevarnos al barco que ya nos espera a bordo... Así es como viajan los cronopios". Y Cortázar agrega: "No tengo el sentimiento de irme; tengo la impresión de que el jueves que viene nos veremos de nuevo".
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