Foto: Sebastián Lidijover |
La autora residente en París, cuya lengua de escritura es el francés, apunta en entrevista con dpa que le atrae abordar memorias propias y ajenas, con "sus lagunas, los enfoques diferentes, las contradicciones también".
En "La danza de la araña", ganadora del Premio Marcel Pagnol 2017 y cuya traducción es publicada por Edhasa, una niña de 12 años comienza a transitar la adolescencia en su exilio en los suburbios de la capital francesa junto a su madre, mientras cruza cartas con su padre preso en la Argentina.
Alcoba, una de las invitadas de la 44 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires que se extiende hasta el 14 de mayo, asegura que "hay una intensidad de la infancia y de la adolescencia que es algo único. Todo es primera vez y en las primeras veces las cosas resuenan de manera más fuerte".
Asimismo observa que en "La danza de la araña" estallan "el grito y el llanto que atraviesan de manera sorda los dos libros anteriores". Señala que trabajó muchos motivos que remiten a "La casa de los conejos" porque en cierto momento tuvo "la sensación de que no había terminado y que tenía que terminar".
Cada una de las novelas de la trilogía surgió "de una necesidad propia", afirma la autora, que nació en 1968 y vivió hasta los diez años en Argentina. "Cada libro se puede leer independientemente de los demás. Cada libro lo sentí en cierto momento necesario y resultó que esos tres libros funcionan juntos", analiza la escritora, que inicialmente supuso que el segundo, "El azul de las abejas", sería el último eslabón.
La voz renovadora y peculiar de Alcoba llamó la atención hace diez años con "La casa de los conejos", que próximamente llegará al cine de la mano de la directora Valeria Selinger, en una coproducción argentina, española, francesa y alemana.
En esa, su primera novela, publicada originalmente en francés por Gallimard -al igual que el resto de sus libros-, narra desde una perspectiva infantil su experiencia personal en una casa clandestina de la guerrilla peronista Montoneros en La Plata. Allí se refugió con su madre, buscada por la dictadura (1976-1983), mientras su padre estaba detenido.
Durante un tiempo vivieron en esa casa con el hijo y la nuera de una de las fundadoras de las Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel "Chicha" Chorobik de Mariani. Daniel Mariani y Diana Teruggi fueron asesinados durante la dictadura y su hija, Clara Anahí, apropiada por los militares tras el feroz ataque a la vivienda. Actualmente sigue siendo buscada y su caso se volvió emblemático.
La también traductora y editora cuenta que difirió la escritura de "La casa de los conejos" durante mucho tiempo. "Eran recuerdos muy dolorosos, y al mismo tiempo sabía que tenía que empezar por ahí. Tenía que tener la fuerza de lanzarme y sobre todo de volver".
Alcoba, quien abrirá el próximo miércoles el Diálogo de Escritores Argentinos en la feria, realza que la ficción "permite entrar adentro de la historia, estar con los personajes, estar ahí". "Y yo creo que se ofrece algo de otra manera al lector y lo siento en la devolución, en las reacciones particularmente de los jóvenes lectores".
La autora de novelas como "Los pasajeros del Anna C." –donde trabajó sobre la memoria de sus padres y algunos de sus compañeros- y "Jardín blanco" sigue de cerca la literatura argentina y destaca entre otras voces a Selva Almada, de quien tradujo tres libros al francés, y a Félix Bruzzone.
Alcoba se mantiene asimismo al tanto de la situación de los derechos humanos en el país. "Creo que lo que se pudo poner en movimiento con los juicios es un proceso que tiene que continuar y que va a continuar hasta donde sea necesario colectivamente. Sea cual fuere la voluntad de tapar o de decir ya está, lo que se juega colectivamente, históricamente, es mucho más fuerte".
La devastación tras el ataque militar a la casa de los conejos
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Alcoba evoca que antes de un viaje a la Argentina en 2003 se contactó por correo electrónico con "Chicha", quien la había cuidado varias veces, y le preguntó si la recordaba. "'Uy, Laurita, sí, cómo no me voy a acordar, qué emoción. Yo pensaba que vos y tu mamá estaban muertas'", fue la respuesta que le llegó por mail y se convirtió en el disparador de su escritura.
"Fue muy raro leerla. Yo sabía que hubiésemos podido morir, pero leer 'yo pensaba que vos estabas muerta' era la confirmación de que hubiésemos podido morir, de que era casi anormal que hubiésemos sobrevivido", dice Alcoba. Y añade: "Era todo eso de repente. Y pensé 'no estoy muerta, tengo que volver y tengo que escribir'".
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