Blog que reúne las entrevistas que realicé para el servicio español de la Agencia Alemana de Prensa (dpa) en los últimos 20 años.
Desde Carlos Monsiváis a Jorge Edwards, pasando por Ricardo Piglia, Siri Hustvedt, Sergio Ramírez, Elena Poniatowska, Margo Glantz, Almudena Grandes, Luisa Valenzuela, Alan Pauls, Claudia Piñeiro, Juan Villoro y Fernando Vallejo, así como el traductor del "boom" Gregory Rabassa y el poderoso agente literario Andrew Wylie.

También compila otras notas sobre vida y obra de diferentes escritores y sobre las últimas ediciones de actividades culturales como los Congresos Internacionales de la Lengua Española, la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

sábado, 11 de junio de 2016

JORGE LUIS BORGES, UN DESTINO LITERARIO QUE MARCÓ EL SIGLO VEINTE

"Siempre he sentido que mi destino era, ante todo, literario; es decir que me sucederían muchas cosas malas y algunas cosas buenas, pero siempre supe que todo eso, a la larga, se convertiría en palabras", explicó alguna vez el argentino Jorge Luis Borges, uno de los escritores más influyentes del siglo XX. 
Murió el 14 de junio de 1986 en Ginebra, lejos de su Buenos Aires natal y con un enorme prestigio internacional, aunque sin adueñarse del Nobel de Literatura. "Yo siempre seré el futuro Premio Nobel. Debe ser una tradición escandinava", bromeaba Borges, quien dedicó su vida al ejercicio constante de la actividad literaria.
El precoz Georgie -como lo llamaban en su casa- nació el 24 de agosto de 1899 en pleno centro porteño y aprendió a leer en inglés antes que en castellano. Poco queda de esa ciudad que habitó sus escritos, pero lo que sí persiste, a tres décadas de su muerte, es su obra: con magistrales cuentos, poemas y ensayos se erigió en el escritor argentino más universal.
El autor de "El Aleph" y "El hacedor" trazó un inigualable universo literario habitado por espejos, laberintos, bibliotecas y tiempos circulares, donde también abundan la manipulación de la memoria y la identidad. A la vez, apeló a las citas de libros reales e imaginarios, con un estilo deslumbrante por su precisión. "Si no repito a los otros, me repito a mí mismo. Quizá yo no sea otra cosa que una repetición", decía.
Dueño de una erudición sólo comparable a su memoria prodigiosa, no incursionó en el género de la novela. "No veo una literatura sin cuento o sin poesía, en tanto que una novela de 400, 500 páginas, puede muy bien desaparecer", opinaba.
Pasó su infancia en el barrio porteño de Palermo, donde conoció las andanzas de compadritos y cuchilleros que luego habitarían sus ficciones. Tenía apenas nueve años cuando realizó su primera
traducción del inglés al castellano: "El príncipe feliz", de Oscar Wilde. En 1914 viajó con su familia a Europa y se instaló en Ginebra, donde cursó el bachillerato. En su posterior paso por España, entre 1919 y 1921, tomó contacto con el ultraísmo.
A su vuelta redescubrió su ciudad natal, que lo inspiró para su primer libro de poemas, "Fervor de Buenos Aires" (1923). Este primer ciclo poético se completó con "Luna de enfrente" (1925) y "Cuaderno San Martín" (1929). Por entonces gestó también sus primeros ensayos, "Inquisiciones" (1925), "El tamaño de mi esperanza" (1926) y "El idioma de los argentinos" (1928).
En la década del '30 inició una larga y entrañable amistad con Adolfo Bioy Casares. Compartieron numerosas aventuras literarias, como la compilación de antologías de la literatura fantástica y policial, y entre 1942 y 1977 escribieron juntos varias obras con los seudónimos de Honorio Bustos Domecq y Benito Suárez Lynch.
Borges, lector apasionado de los más diversos temas, trabajó como auxiliar desde 1937 en la Biblioteca Municipal Miguel Cané. En la década siguiente fue testigo de una experiencia histórica crucial en la Argentina, la del peronismo, al que siempre se opuso. No casualmente el gobierno de Juan Domingo Perón lo degradó en 1946 al cargo de inspector de ferias municipales. Por esa época se consagró con la publicación de los libros de cuentos "Ficciones" (1944) y "El Aleph" (1949).
Como consecuencia de una enfermedad congénita, la ceguera le sobrevino en la década del '50, aunque lo había ido alcanzando gradualmente desde la infancia. En sus propias palabras, "fue como un lento atardecer de verano", que sin embargo no le impidió seguir dictando sus obras.
El gobierno militar que derrocó a Perón designó a Borges director de la Biblioteca Nacional en 1955, cargo que desempeñaría hasta 1973. Además fue nombrado profesor de literatura inglesa en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en 1956. Era un puesto a su medida: el escritor contaba que la primera vez que emprendió la lectura del Quijote lo hizo en la lengua de Shakespeare.
En la década del '60 comenzó a extenderse el reconocimiento a su obra. Fue galardonado con el Premio Formentor en 1961, compartido con Samuel Beckett, y el Cervantes en 1979, con Gerardo Diego. Pero no logró ser galardonado con el Nobel, lo que muchos adjudicaron a sus posturas políticas, que desagradaban a la Academia Sueca. "Todo el mundo sabe que es una cuestión política, evidentemente", aseguró su viuda María Kodama a dpa. 
Al recibir el Cervantes, Borges describió así el proceso creativo de un autor: "Tiene que sentir, luego soñar, luego dejar que le lleguen las fábulas; conviene que el escritor no intervenga demasiado en su obra, debe ser pasivo, debe ser hospitalario con lo que le llega y debe trabajar esa materia de los sueños..."
En 1967 Borges se casó con Elsa Astete, pero luego se separó y regresó a vivir con su madre, Leonor Acevedo, con quien mantuvo siempre un vínculo muy estrecho. Poco antes de morir contrajo matrimonio con Kodama, a quien conoció cuando ella era una joven estudiante. Eligió pasar sus días finales en Ginebra y pidió ser enterrado en esa ciudad, donde actualmente se encuentra su tumba, en el cementerio de Plainpalais.
En entrevista con la escritora Liliana Heker, Borges contó sus razones para seguir su incansable destino literario: "Sartre dejó de escribir cuando se quedó ciego. Yo no entiendo eso. Al contrario, yo he pensado: ahora que estoy ciego, tengo que seguir trabajando, porque ¿qué justificación tiene mi vida si no trabajo?" Y añadió: "¿Qué otra cosa puedo hacer sino escribir? Y eso no lo hago por vanidad, sino porque tengo que poblar mi tiempo de algún modo".
* * *

No hay comentarios:

Publicar un comentario