Buenos Aires, 9 sep (dpa) - Manuel Mujica Lainez fue uno de los grandes escritores argentinos del siglo XX, que logró cautivar tanto en la novela como en el cuento con un manejo exquisito del idioma.
Refinado cronista de la clase alta argentina en su apogeo y decadencia, vino al mundo hace un siglo, el 11 de septiembre de 1910, en el seno de una familia aristocrática porteña con notables precedentes literarios.
Le tocó pertenecer a una generación de escritores argentinos mayúsculos, como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Julio Cortázar, y no dudó en seguir su propio camino. Manucho, como lo llamaban sus amigos, escribió más de veinte libros y fue traducido a más de quince idiomas.
El autor colombiano Fernando Vallejo ha sostenido sin medias tintas que Mujica Lainez "es el prosista más grande del idioma español". Novelista, cuentista, ensayista y poeta, educado durante su primera adolescencia en colegios de París y Londres, creyó inicialmente que su destino estaba ligado a la lengua francesa.
Sin embargo, contaba años más tarde que cuando volvió de Europa se dio cuenta "de que si quería ser escritor en mi lengua, yo, que escribía en francés muy bien, sin ningún problema, tenía que armarme de un idioma y me propuse leer a los clásicos españoles".
Comenzó con "El Quijote" y el primer resultado de ese contacto fue la serie de ensayos "Glosas castellanas", de 1936, el mismo año en que contrajo matrimonio con Ana María de Alvear, con quien tendría tres hijos.
Dos años después vio la luz su primera novela, "Don Galaz de Buenos Aires", que sería seguida por las biografías de su antepasado Miguel Cané (padre) en 1942, más las de Hilario Ascasubi ("Vida de Aniceto el Gallo", 1943) y de Estanislao del Campo ("Vida de Anastasio el Pollo", 1947). De la misma época es "Canto a Buenos Aires" (1943), su único libro en verso.
Posteriormente, dos colecciones de relatos marcaron su regreso a la ficción: "Aquí vivieron" (1949), en torno a una quinta del barrio de San Isidro, y "Misteriosa Buenos Aires" (1950), una destacada reconstrucción literaria de la historia de la ciudad. Esta se inicia con el cuento "El hambre" en 1536, fecha de la primera fundación de Buenos Aires, y termina con "El salón dorado" en 1904, donde refleja la decadencia de la clase alta.
Manucho volvió a profundizar en esta clase social en su famosa tetralogía integrada por "Los ídolos" (1953), "La casa" (1954), "Los viajeros" (1955) e "Invitados en El Paraíso" (1957), ciclo central de su obra donde también desplegó su pasión por objetos artísticos y decorativos.
En diálogo con Borges, Mujica Lainez sostuvo que "la ventaja, cuando hemos tratado los temas de Buenos Aires, es que estaba prácticamente todo por hacer. Si nosotros hubiéramos nacido en Londres o en París, habríamos encontrado todo hecho. Creo que Balzac y Dickens se habían ocupado bastante bien...".
No formó parte de grupos, corrientes ni generaciones literarias y sus gustos clásicos lo mantuvieron ajeno a las vanguardias. Entre la última novela de la "saga porteña" y su obra siguiente, con la que inició un nuevo ciclo, transcurrieron cinco años.
En su novela "Bomarzo" (1962) traza la biografía del duque Pier Franceso Orsini y sumerge al lector en un clima renacentista. El gobierno militar de Juan Carlos Onganía prohibió la puesta de la ópera homónima, con música de Alberto Ginastera.
Luego, el escritor rumbeó hacia otra etapa de la historia de Occidente: "El unicornio" (1965), que se sitúa en la Edad Media francesa.
La crítica literaria Cristina Piña ha sostenido que "ninguno de los autores que han afirmado rotundamente nuestra raigal relación con lo europeo -Borges, Sábato, Marechal, implícitamente Cortázar- ha adoptado una postura tan absolutamente cosmopolita y universalista como Mujica Lainez, ni ha entendido hasta tal punto lo nacional como continuación de lo europeo".
Posteriormente Mujica Lainez publicó "Crónicas reales" (1967) y "De milagros y de melancolías" (1968). Al año siguiente se instaló con su familia en Cruz Chica, provincia de Córdoba, en una casa bautizada "El paraíso".
Desde allí, el prolífico escritor retomó su ritmo de trabajo y se sucedieron obras como "El laberinto" (1974), "Sergio" (1976), "El Gran Teatro" (1979), "El escarabajo" (1982) y "Un novelista en el Museo del Prado" (1984).
"Tu versión de la patria, con sus fastos y sus brillos, /Entra en mi vaga sombra como si entrara el día", fueron los versos que le dedicó Borges, con quien compartía una visión idealizada de la Argentina.
Mujica Lainez trabajó como periodista en el diario "La Nación", donde fue crítico de arte durante muchos años, y también tradujo a Molière, Racine y Shakespeare, entre otros.
A lo largo de su vida ocupó diferentes puestos en el mundo de la cultura local: fue funcionario del Museo Nacional de Arte Decorativo, vicepresidente de la Sociedad Argentina de Escritores, miembro de la Academia Argentina de Letras y también de la Academia Nacional de Bellas Artes.
El escritor porteño falleció en Córdoba el 21 de abril de 1984, dejando como legado un universo literario que proyectó una mirada enriquecedora sobre los avatares del país, sus habitantes y sus mundos perdidos.
Blog que reúne las entrevistas que realicé para el servicio español de la Agencia Alemana de Prensa (dpa) en los últimos 20 años.
Desde Carlos Monsiváis a Jorge Edwards, pasando por Ricardo Piglia, Siri Hustvedt, Sergio Ramírez, Elena Poniatowska, Margo Glantz, Almudena Grandes, Luisa Valenzuela, Alan Pauls, Claudia Piñeiro, Juan Villoro y Fernando Vallejo, así como el traductor del "boom" Gregory Rabassa y el poderoso agente literario Andrew Wylie.
También compila otras notas sobre vida y obra de diferentes escritores y sobre las últimas ediciones de actividades culturales como los Congresos Internacionales de la Lengua Española, la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
También compila otras notas sobre vida y obra de diferentes escritores y sobre las últimas ediciones de actividades culturales como los Congresos Internacionales de la Lengua Española, la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
jueves, 9 de septiembre de 2010
viernes, 3 de septiembre de 2010
FILBA RINDE SU TRIBUTO A ONETTI, ENTRE EL ANÁLISIS Y LA LEYENDA
Buenos Aires, 3 sep (dpa) - La figura de Juan Carlos Onetti tuvo su noche de protagonismo en el Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires (FILBA), donde conocedores de su obra se dieron cita para analizar sus escritos, en un panel que también derribó leyendas y evocó anécdotas vinculadas con el escritor uruguayo.
Con participación del uruguayo Carlos Liscano y los argentinos Roberto Ferro y Carlos Gamerro, la mesa "Larga vida a Onetti" contó anoche con la moderación del escritor Martín Kohan.
Kohan sostuvo que hay cierto imaginario literario argentino respecto del Uruguay, una "disposición a inventar espacios en común y apropiarnos de esos escritores uruguayos que nos gustan demasiado, y a los que decidimos sentir y pensar como propios, como Felisberto Hernández, o actualmente Mario Levrero. "(Levrero) nos gusta tanto que no podemos soportar que no lo sea (argentino)", bromeó.
"Y me parece que el caso de Onetti también por ciertas claves biográficas es justamente una referencia clave para ese modo de articular nuestra literatura con ciertos escritores uruguayos", apuntó el autor de "Dos veces junio" y "Ciencias morales".
El escritor y crítico literario Ferro, quien consideró que "la vida de Onetti es la de un personaje de sus novelas", subrayó además que el Premio Cervantes 1980 es "la exhibición desaforada de la falsedad de que Latinoamérica es Macondo".
En ese sentido, Gamerro recordó que en 'Construcción de la noche' "Onetti dice por ahí 'cómo se va a comparar mi pobre Santa María con Macondo, un pueblo donde ocurren milagros'".
"No hay autor más realista, al menos en el tratamiento del detalle de la vida de sus personajes, es un realismo exacerbado. Uno lo podría considerar incluso una anticipación de lo que después se pone de moda a partir de la literatura de Estados Unidos, el realismo sucio. Estos ambientes están siempre degradados, usados, camas donde siempre ha dormido gente antes, colchones que nunca son nuevos".
"Ciertamente en la literatura de Onetti no pasan alfombras voladoras. Si pasaran estarían bastante desgastadas, no podrían volar, pero ni siquiera se plantean. Las muchachas no suben al cielo rodeadas de sábanas, ni siquiera de sábanas raídas", recalcó el escritor y traductor Gamerro.
Liscano, director de la Biblioteca Nacional de Uruguay, advirtió que en Europa la novela latinoamericana todavía se evalúa por su vinculación con el pueblo mítico creado por el colombiano Gabriel García Márquez. "Y en cambio Santa María, que es una ciudad de ficción igual que Macondo, no es considerada el prototipo de ciudad sudamericana".
El escritor uruguayo rememoró que una de las grandes influencias intelectuales de Onetti (1909-1994) fue Julio Payró. "Onetti lo admiraba y, cosa rara, lo quería mucho. Porque Onetti no quería a nadie, no se quería ni a sí mismo".
Y a través de correspondencia entre ambos, publicada recientemente en Uruguay, se rompieron algunos mitos. "Creíamos que Onetti había escrito 'El pozo' en un fin de semana. Esa leyenda circuló hasta ahora, que tenemos las cartas que Onetti le mandó a Payró. Para alegría de nosotros escritores, escribió tres veces 'El pozo', le dio mucho trabajo, la arrastró años y se la rechazaron en más de una editorial aquí en Argentina".
En Buenos Aires entre el 40 y el 50 convivieron entre otros Macedonio Fernández, Witold Gombrowicz y Onetti, recordó Ferro. "Macedonio, Gombrowicz, Onetti, exigen un esfuerzo. Son generosos, pero también plantean que el acto de lectura es un acto riesgoso. Hay que bancarse ser lector de Onetti. No hay ninguna razón para leer rápido a Onetti. Hay que tardar leyéndolo, hay que degustarlo", señaló el autor de "Onetti/La fundación imaginada".
Gamerro también consideró que Onetti es quizás "el escritor más representativo de lo que (Jorge Luis) Borges llamaba las dos patrias, Argentina y el Uruguay".
Otras leyendas en torno a Onetti también rondaron el panel. "El que dio pie para crearlas fue Onetti", apuntó Liscano. En este contexto, recordó que "se dice que leía a (Marcel) Proust y a (Louis-Ferdinand) Celine en francés y a (William) Faulkner en inglés", pero jamás quedó en claro cómo aprendió esos idiomas.
"Cuando los críticos lo entrevistaban, él decía: 'poné lo que quieras'", contó Liscano. "Onetti nunca estuvo comprometido con nada más que con la literatura, el vino y el tabaco", aseveró respecto de la leyenda de algún compromiso político del escritor nacido en Montevideo y fallecido en Madrid.
Asimismo emergieron del público reunido en la librería "Eterna Cadencia" testimonios de personas que conocieron a Onetti, entre ellos el del escritor Noé Jitrik, quien evocó un homenaje realizado en 1978 al autor de "Cuando ya no importe" en una universidad en Xalapa, México.
FILBA, inaugurado el miércoles con una conferencia del antropólogo francés Marc Augé y que finalizará el próximo domingo, también recibe por estos días a escritores reconocidos como el irlandés John Connolly y el español Manuel Rivas, así como a la mexicana Guadalupe Nettel y al peruano Diego Trelles Paz.
Con participación del uruguayo Carlos Liscano y los argentinos Roberto Ferro y Carlos Gamerro, la mesa "Larga vida a Onetti" contó anoche con la moderación del escritor Martín Kohan.
Kohan sostuvo que hay cierto imaginario literario argentino respecto del Uruguay, una "disposición a inventar espacios en común y apropiarnos de esos escritores uruguayos que nos gustan demasiado, y a los que decidimos sentir y pensar como propios, como Felisberto Hernández, o actualmente Mario Levrero. "(Levrero) nos gusta tanto que no podemos soportar que no lo sea (argentino)", bromeó.
"Y me parece que el caso de Onetti también por ciertas claves biográficas es justamente una referencia clave para ese modo de articular nuestra literatura con ciertos escritores uruguayos", apuntó el autor de "Dos veces junio" y "Ciencias morales".
El escritor y crítico literario Ferro, quien consideró que "la vida de Onetti es la de un personaje de sus novelas", subrayó además que el Premio Cervantes 1980 es "la exhibición desaforada de la falsedad de que Latinoamérica es Macondo".
En ese sentido, Gamerro recordó que en 'Construcción de la noche' "Onetti dice por ahí 'cómo se va a comparar mi pobre Santa María con Macondo, un pueblo donde ocurren milagros'".
"No hay autor más realista, al menos en el tratamiento del detalle de la vida de sus personajes, es un realismo exacerbado. Uno lo podría considerar incluso una anticipación de lo que después se pone de moda a partir de la literatura de Estados Unidos, el realismo sucio. Estos ambientes están siempre degradados, usados, camas donde siempre ha dormido gente antes, colchones que nunca son nuevos".
"Ciertamente en la literatura de Onetti no pasan alfombras voladoras. Si pasaran estarían bastante desgastadas, no podrían volar, pero ni siquiera se plantean. Las muchachas no suben al cielo rodeadas de sábanas, ni siquiera de sábanas raídas", recalcó el escritor y traductor Gamerro.
Liscano, director de la Biblioteca Nacional de Uruguay, advirtió que en Europa la novela latinoamericana todavía se evalúa por su vinculación con el pueblo mítico creado por el colombiano Gabriel García Márquez. "Y en cambio Santa María, que es una ciudad de ficción igual que Macondo, no es considerada el prototipo de ciudad sudamericana".
El escritor uruguayo rememoró que una de las grandes influencias intelectuales de Onetti (1909-1994) fue Julio Payró. "Onetti lo admiraba y, cosa rara, lo quería mucho. Porque Onetti no quería a nadie, no se quería ni a sí mismo".
Y a través de correspondencia entre ambos, publicada recientemente en Uruguay, se rompieron algunos mitos. "Creíamos que Onetti había escrito 'El pozo' en un fin de semana. Esa leyenda circuló hasta ahora, que tenemos las cartas que Onetti le mandó a Payró. Para alegría de nosotros escritores, escribió tres veces 'El pozo', le dio mucho trabajo, la arrastró años y se la rechazaron en más de una editorial aquí en Argentina".
En Buenos Aires entre el 40 y el 50 convivieron entre otros Macedonio Fernández, Witold Gombrowicz y Onetti, recordó Ferro. "Macedonio, Gombrowicz, Onetti, exigen un esfuerzo. Son generosos, pero también plantean que el acto de lectura es un acto riesgoso. Hay que bancarse ser lector de Onetti. No hay ninguna razón para leer rápido a Onetti. Hay que tardar leyéndolo, hay que degustarlo", señaló el autor de "Onetti/La fundación imaginada".
Gamerro también consideró que Onetti es quizás "el escritor más representativo de lo que (Jorge Luis) Borges llamaba las dos patrias, Argentina y el Uruguay".
Otras leyendas en torno a Onetti también rondaron el panel. "El que dio pie para crearlas fue Onetti", apuntó Liscano. En este contexto, recordó que "se dice que leía a (Marcel) Proust y a (Louis-Ferdinand) Celine en francés y a (William) Faulkner en inglés", pero jamás quedó en claro cómo aprendió esos idiomas.
"Cuando los críticos lo entrevistaban, él decía: 'poné lo que quieras'", contó Liscano. "Onetti nunca estuvo comprometido con nada más que con la literatura, el vino y el tabaco", aseveró respecto de la leyenda de algún compromiso político del escritor nacido en Montevideo y fallecido en Madrid.
Asimismo emergieron del público reunido en la librería "Eterna Cadencia" testimonios de personas que conocieron a Onetti, entre ellos el del escritor Noé Jitrik, quien evocó un homenaje realizado en 1978 al autor de "Cuando ya no importe" en una universidad en Xalapa, México.
FILBA, inaugurado el miércoles con una conferencia del antropólogo francés Marc Augé y que finalizará el próximo domingo, también recibe por estos días a escritores reconocidos como el irlandés John Connolly y el español Manuel Rivas, así como a la mexicana Guadalupe Nettel y al peruano Diego Trelles Paz.
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