Buenos Aires, 9 feb (dpa) - Julio Cortázar "valoraba mucho el uso del lenguaje, las formas, la búsqueda de nuevos horizontes literarios. Decía que América Latina necesitaba, más que los literatos de la revolución, los revolucionarios de la literatura", afirmó su biógrafo Mario Goloboff, quien conoció al autor de "Rayuela" durante el exilio de ambos en Francia.
"Escribía permanentemente, todo y de todo, distintas cosas, inclusive cartas, largas y muy ricas. Era un 'grafómano'", señaló en entrevista con dpa el escritor y ensayista argentino, que publicó hace algunos años "Julio Cortázar. La biografía".
"Conocía casi todo lo escrito, aquí y en el mundo, porque era un lector voraz y muy perspicaz. No hay que olvidar que había enseñado, en la Universidad de Cuyo, literatura inglesa y francesa, y conocía especialmente a los poetas", contó Goloboff, que trató por primera vez a Cortázar hacia 1978, cuando lo invitó a una "Semana Latinoamericana" en la Universidad de Toulouse, donde él enseñaba.
El biógrafo recordó a Cortázar (1914-1984), de cuya muerte en París se cumplen 25 años el 12 de febrero, como "una persona discreta, fina, retraída".
"Durante aquellos años nos vimos varias veces, pero siempre hablábamos de la situación de los países de América Latina, de la Argentina, en general, casi nunca de literatura", relató el autor de novelas como "Criador de palomas" y "La luna que cae" y que también publicó ensayos sobre Roberto Arlt y Jorge Luis Borges.
dpa: ¿Cuánto y cómo influye la emigración y el posterior compromiso político de Cortázar en su literatura?
Goloboff: Me parece que, en su literatura, la emigración influye mucho más que el compromiso político, porque (respecto de este último) desde siempre la realidad estuvo presente en su obra fantástica. En cambio, la Francia de los 50 y 60 fue determinante para sus cambios en la visión del mundo, y seguramente para sus temas o asuntos y, a la postre, para sus concepciones literarias, porque, claro, un escritor es un todo de escritor y de hombre, y las partículas están imbricadas.
dpa: ¿Cómo vivía la distancia de la Argentina, tenía sensaciones ambiguas al respecto, qué extrañaba?
Goloboff: Tenía, como todo emigrante, sensaciones ambiguas. Pero él quiso, desde la adolescencia, vivir en París, y le gustaba vivir allí, pasear por sus calles, que conocía como pocos, ir a sus cines y exposiciones, andar y vagar.
Al mismo tiempo, extrañaba la vida de Buenos Aires, sus barrios, sus calles, sus cafés. Todo ello está reflejado en su obra, en la que aparecen aquí y allá la marca de cigarrillos "Particulares", el dulce de leche "La Martona", los boxeadores de sus cuentos y el Luna Park, el Bar London, donde comienza su novela "Los premios". Lo dice en "Rayuela": "En París todo le era Buenos Aires y viceversa; en lo más ahincado del amor padecía y acataba la pérdida y el olvido" (Capítulo 3).
dpa: ¿Cuáles son a su criterio los momentos y las obras de inflexión en la literatura de Cortázar?
Goloboff: Creo que los más grandes momentos, de transformaciones, de cambios, pasan por su primer libro de cuentos, "Bestiario", por su novela "Rayuela", por su novela "62 Modelo para armar" y por algunos textos en especial, como "Diario para un cuento" o, antes, por la nouvelle "El perseguidor".
dpa: ¿Cuántas similitudes hay entre su vida y su obra?
Goloboff: Conozco mejor su obra, por haberla enseñado siempre, que (a pesar de ser su biográfo) su vida, porque esta última, no sólo en un escritor, suele tener zonas inextricables, que la literatura puede llegar a tener también, pero están ahí, son analizables, interpretables. Los silencios de un hombre, en cambio, no. Sin embargo, en un aspecto, que es el político, donde él tanto se comprometió, se reía un poco del compromiso literario y de todas las consignas ingenuas sobre el denunciar y el testimoniar.
dpa: ¿Cómo describiría el proceso por el cual Cortázar logra que la realidad abra paso a lo fantástico?
Goloboff: Es particularmente interesante, porque es aquí donde se aloja una de las mayores innovaciones que él produce en la literatura, al introducir, nada menos que en el relato fantástico, la realidad, sin que aquél deje de ser por ello un relato fantástico.
De acuerdo con su teoría, según la cual no estamos acostumbrados a ver lo fantástico porque nuestra mirada fue educada por el racionalismo, para ver la realidad en bruto y no aquello que se aloja en "los intersticios" de la realidad, él presenta en sus cuentos un ambiente doméstico, natural, cotidiano, trivial, y lo fantástico va saliendo, de a poco, subrepticiamente, hasta ocuparlo todo y meterse en nuestras cabezas ("Cartas de mamá": no hay nada más "familiar", "La autopista del sur": una madriguera a cielo abierto, "Casa tomada": los ruidos del fondo, que terminan ocupándola, etc.).
dpa: ¿Qué aspectos de la literatura le daban más satisfacciones a Cortázar y cuáles más disgustos?
Goloboff: La elaboración de sus textos y, como a todo buen escritor, la corrección de los mismos. En cuanto a sus disgustos: las malas lecturas, las malas interpretaciones, las críticas antiguas o aviesas.
dpa: ¿Qué le hubiese faltado a la literatura sin Cortázar?
Goloboff: Muchas cosas: un uso menos solemne del lenguaje, menos acartonado; las grandes modificaciones, poco menos que estructurales, que introdujo en el cuento fantástico, y, en el gran movimiento de la narrativa, que se venía insinuando desde antes pero que ruidosamente estalló en los sesenta (con sus alteraciones, tanto en el horizonte anecdótico como en las técnicas para contar y para organizar los elementos narrativos). Sin "Rayuela" habrían faltado acentos de lo fundamental: el papel del espacio y el de la figura, nuevos ritmos de escritura y también de lectura; el sacudimiento del lector, la subversión de las costumbres de consumo, la problematización del hecho de narrar y de leer.
Blog que reúne las entrevistas que realicé para el servicio español de la Agencia Alemana de Prensa (dpa) en los últimos 20 años.
Desde Carlos Monsiváis a Jorge Edwards, pasando por Ricardo Piglia, Siri Hustvedt, Sergio Ramírez, Elena Poniatowska, Margo Glantz, Almudena Grandes, Luisa Valenzuela, Alan Pauls, Claudia Piñeiro, Juan Villoro y Fernando Vallejo, así como el traductor del "boom" Gregory Rabassa y el poderoso agente literario Andrew Wylie.
También compila otras notas sobre vida y obra de diferentes escritores y sobre las últimas ediciones de actividades culturales como los Congresos Internacionales de la Lengua Española, la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
También compila otras notas sobre vida y obra de diferentes escritores y sobre las últimas ediciones de actividades culturales como los Congresos Internacionales de la Lengua Española, la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
lunes, 9 de febrero de 2009
domingo, 8 de febrero de 2009
CORTÁZAR, EL "GRAN CRONOPIO" QUE DESAFIÓ PALABRAS Y REALIDADES
Buenos Aires, 8 feb (dpa) - "Desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas", sostenía el escritor argentino Julio Cortázar, de cuya muerte el 12 de febrero de 1984 se cumplen 25 años.
Lúdico y antisolemne, buscó intensamente una renovación del lenguaje. "Si (Roberto) Arlt y (Jorge Luis) Borges habían dado vida a la literatura argentina, Cortázar le agregó alegría, desenfado, desparpajo para sondear el profundo misterio del destino humano", explicó alguna vez su colega Osvaldo Soriano.
Delgado y de elevada estatura, siempre arrastró las "erres", lo que hasta llegó a costarle un puesto de locutor. Le tocó nacer y morir en Europa, en parte por ese azar que a criterio de Cortázar hacía mejor las cosas que la lógica.
Su llegada al mundo el 26 de agosto de 1914 en Bruselas, a comienzos de la Primera Guerra Mundial, fue "producto del turismo y la diplomacia". Poco después del regreso a la Argentina, su padre abandonaría para siempre la casa en la que vivía junto con su madre y su hermana. La infancia y adolescencia de Cortázar transcurrieron en Banfield, suburbio sureño de Buenos Aires.
Al evocar su infancia, decía: "Desde los ocho o nueve años había que sacarme un poco al sol porque yo leía y escribía demasiado. Incluso hubo por ahí un médico que recetó que había que prohibirme los libros durante cuatro o cinco meses", prescripción que finalmente no se cumplió.
Trabajó como docente en Bolívar y Chivilcoy, pueblos de la provincia de Buenos Aires, y luego se desempeñó como profesor en la Universidad de Cuyo, a la que tuvo que renunciar por oponerse al peronismo.
En una carta, definió así los años previos a su partida en 1951 a París, donde se instalaría definitivamente: "De 1946 a 1951, vida porteña, solitaria e independiente; convencido de ser un solterón irreductible, amigo de muy poca gente, melómano lector a jornada completa, enamorado del cine, burguesito ciego a todo lo que pasaba más allá de la esfera de lo estético".
El año de su llegada a la capital francesa publicó su primer volumen de cuentos, "Bestiario". "Será éste, el del cuento fantástico, el camino que, preponderantemente, tentará al Cortázar de los años siguientes. Entre la ficción alegórica, intencionada, política (...), y la pura fantasía, parecerá elegir, por el momento, a esta última", apunta el biógrafo Mario Goloboff.
Esa misma década vieron la luz nuevos volúmenes de cuentos: "Final del juego" (1956) y "Las armas secretas" (1959). Este último incluye "El Perseguidor" -inspirado en el saxofonista Charlie Parker-. Allí se produce "el descubrimiento de mi prójimo, el descubrimiento de mis semejantes", señalaba el escritor apasionado por el jazz y el boxeo.
En 1960 se publicó su primera novela, "Los premios", y dos años más tarde, la colección de textos "Historias de cronopios y de famas", donde aparecen los cronopios, "esos seres desordenados y tibios" que obran con rebeldía.
En 1963 fue el turno de "Rayuela", que lo impulsó a la celebridad internacional y se convirtió en una de las insignias del incipiente "boom" latinoamericano. La novela ofrece realizar una lectura lineal, o bien invita al lector a convertirse en cómplice, saltando de un capítulo a otro, según se indica en su Tablero de Dirección.
Por entonces viajó a Cuba, invitado como jurado del Premio de la Casa de las Américas. Allí nació su compromiso con las causas latinoamericanas y una estrecha relación con la isla. Años más tarde, visitó varias veces Nicaragua para apoyar la revolución sandinista.
El escritor se propuso seguir viviendo en su terreno lúdico y fantástico, pero con la adopción de un compromiso que se reflejaría en su creación literaria. Cortázar se volcó a la actividad pública para manifestar sus preocupaciones y, entre otros, formó parte del Tribunal Russell II, que juzgó y denunció las violaciones a los derechos humanos de diversas dictaduras latinoamericanas.
Cuando se produjo la muerte de Ernesto "Che" Guevara, escribió un poema, titulado "Che": "Yo tuve un hermano/No nos vimos nunca/pero no importaba./Yo tuve un hermano/que iba por los montes/mientras yo dormía". Ese Cortázar que abandonó la torre de marfil de la "literatura pura" también publicó entre otros "Libro de Manuel" (1973, según el propio autor le valió "palos de izquierda y derecha") y el cómic "Fantomas contra los vampiros multinacionales" (1975).
Durante la última dictadura argentina (1976-1983) pasó de ser un "emigrado voluntario" a un exiliado en la capital francesa. Meses antes de perder la pelea contra la leucemia, había caminado por última vez por las calles de Buenos Aires.
Entre sus últimas publicaciones en vida se cuentan el volumen de cuentos "Deshoras", de 1982. Ese año murió su mujer Carol Dunlop, con quien escribió "Los autonautas de la cosmopista", producto de una expedición por las autopistas francesas.
Mientras tanto, Alfaguara recordará los 25 años de su muerte con la publicación de la edición definitiva del libro que reúne sus poesías "Salvo el Crepúsculo". Con sus últimas correcciones y supervisión de su primera esposa, Aurora Bernárdez, se lanzará en marzo en Argentina y más adelante en España.
Además, han salido tres cuentos inéditos de la serie "Historias de cronopios y de famas" en una edición de lujo ilustrada, y Alfaguara editará en mayo bajo el título de "Papeles inesperados" cientos de textos también inéditos que incluyen cuentos, un capítulo no publicado del "Libro de Manuel", "autoentrevistas" y poemas.
"Prefiero seguir pensando en él como sin duda él lo quería, con el júbilo inmenso de que haya existido, con la alegría entrañable de haberlo conocido, y la gratitud de que nos haya dejado para el mundo una obra tal vez inconclusa pero tan bella e indestructible como su recuerdo", dijo en su momento Gabriel García Márquez sobre la partida de su amigo, el "gran cronopio".
Lúdico y antisolemne, buscó intensamente una renovación del lenguaje. "Si (Roberto) Arlt y (Jorge Luis) Borges habían dado vida a la literatura argentina, Cortázar le agregó alegría, desenfado, desparpajo para sondear el profundo misterio del destino humano", explicó alguna vez su colega Osvaldo Soriano.
Delgado y de elevada estatura, siempre arrastró las "erres", lo que hasta llegó a costarle un puesto de locutor. Le tocó nacer y morir en Europa, en parte por ese azar que a criterio de Cortázar hacía mejor las cosas que la lógica.
Su llegada al mundo el 26 de agosto de 1914 en Bruselas, a comienzos de la Primera Guerra Mundial, fue "producto del turismo y la diplomacia". Poco después del regreso a la Argentina, su padre abandonaría para siempre la casa en la que vivía junto con su madre y su hermana. La infancia y adolescencia de Cortázar transcurrieron en Banfield, suburbio sureño de Buenos Aires.
Al evocar su infancia, decía: "Desde los ocho o nueve años había que sacarme un poco al sol porque yo leía y escribía demasiado. Incluso hubo por ahí un médico que recetó que había que prohibirme los libros durante cuatro o cinco meses", prescripción que finalmente no se cumplió.
Trabajó como docente en Bolívar y Chivilcoy, pueblos de la provincia de Buenos Aires, y luego se desempeñó como profesor en la Universidad de Cuyo, a la que tuvo que renunciar por oponerse al peronismo.
En una carta, definió así los años previos a su partida en 1951 a París, donde se instalaría definitivamente: "De 1946 a 1951, vida porteña, solitaria e independiente; convencido de ser un solterón irreductible, amigo de muy poca gente, melómano lector a jornada completa, enamorado del cine, burguesito ciego a todo lo que pasaba más allá de la esfera de lo estético".
El año de su llegada a la capital francesa publicó su primer volumen de cuentos, "Bestiario". "Será éste, el del cuento fantástico, el camino que, preponderantemente, tentará al Cortázar de los años siguientes. Entre la ficción alegórica, intencionada, política (...), y la pura fantasía, parecerá elegir, por el momento, a esta última", apunta el biógrafo Mario Goloboff.
Esa misma década vieron la luz nuevos volúmenes de cuentos: "Final del juego" (1956) y "Las armas secretas" (1959). Este último incluye "El Perseguidor" -inspirado en el saxofonista Charlie Parker-. Allí se produce "el descubrimiento de mi prójimo, el descubrimiento de mis semejantes", señalaba el escritor apasionado por el jazz y el boxeo.
En 1960 se publicó su primera novela, "Los premios", y dos años más tarde, la colección de textos "Historias de cronopios y de famas", donde aparecen los cronopios, "esos seres desordenados y tibios" que obran con rebeldía.
En 1963 fue el turno de "Rayuela", que lo impulsó a la celebridad internacional y se convirtió en una de las insignias del incipiente "boom" latinoamericano. La novela ofrece realizar una lectura lineal, o bien invita al lector a convertirse en cómplice, saltando de un capítulo a otro, según se indica en su Tablero de Dirección.
Por entonces viajó a Cuba, invitado como jurado del Premio de la Casa de las Américas. Allí nació su compromiso con las causas latinoamericanas y una estrecha relación con la isla. Años más tarde, visitó varias veces Nicaragua para apoyar la revolución sandinista.
El escritor se propuso seguir viviendo en su terreno lúdico y fantástico, pero con la adopción de un compromiso que se reflejaría en su creación literaria. Cortázar se volcó a la actividad pública para manifestar sus preocupaciones y, entre otros, formó parte del Tribunal Russell II, que juzgó y denunció las violaciones a los derechos humanos de diversas dictaduras latinoamericanas.
Cuando se produjo la muerte de Ernesto "Che" Guevara, escribió un poema, titulado "Che": "Yo tuve un hermano/No nos vimos nunca/pero no importaba./Yo tuve un hermano/que iba por los montes/mientras yo dormía". Ese Cortázar que abandonó la torre de marfil de la "literatura pura" también publicó entre otros "Libro de Manuel" (1973, según el propio autor le valió "palos de izquierda y derecha") y el cómic "Fantomas contra los vampiros multinacionales" (1975).
Durante la última dictadura argentina (1976-1983) pasó de ser un "emigrado voluntario" a un exiliado en la capital francesa. Meses antes de perder la pelea contra la leucemia, había caminado por última vez por las calles de Buenos Aires.
Entre sus últimas publicaciones en vida se cuentan el volumen de cuentos "Deshoras", de 1982. Ese año murió su mujer Carol Dunlop, con quien escribió "Los autonautas de la cosmopista", producto de una expedición por las autopistas francesas.
Mientras tanto, Alfaguara recordará los 25 años de su muerte con la publicación de la edición definitiva del libro que reúne sus poesías "Salvo el Crepúsculo". Con sus últimas correcciones y supervisión de su primera esposa, Aurora Bernárdez, se lanzará en marzo en Argentina y más adelante en España.
Además, han salido tres cuentos inéditos de la serie "Historias de cronopios y de famas" en una edición de lujo ilustrada, y Alfaguara editará en mayo bajo el título de "Papeles inesperados" cientos de textos también inéditos que incluyen cuentos, un capítulo no publicado del "Libro de Manuel", "autoentrevistas" y poemas.
"Prefiero seguir pensando en él como sin duda él lo quería, con el júbilo inmenso de que haya existido, con la alegría entrañable de haberlo conocido, y la gratitud de que nos haya dejado para el mundo una obra tal vez inconclusa pero tan bella e indestructible como su recuerdo", dijo en su momento Gabriel García Márquez sobre la partida de su amigo, el "gran cronopio".
Suscribirse a:
Entradas (Atom)