Blog que reúne las entrevistas que realicé para el servicio español de la Agencia Alemana de Prensa (dpa) en los últimos 20 años.
Desde Carlos Monsiváis a Jorge Edwards, pasando por Ricardo Piglia, Siri Hustvedt, Sergio Ramírez, Elena Poniatowska, Margo Glantz, Almudena Grandes, Luisa Valenzuela, Alan Pauls, Claudia Piñeiro, Juan Villoro y Fernando Vallejo, así como el traductor del "boom" Gregory Rabassa y el poderoso agente literario Andrew Wylie.

También compila otras notas sobre vida y obra de diferentes escritores y sobre las últimas ediciones de actividades culturales como los Congresos Internacionales de la Lengua Española, la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

miércoles, 22 de junio de 2016

JORGE LUIS BORGES ANALIZA EL TANGO Y SUS MITOS EN UN LIBRO INÈDITO



Jorge Luis Borges ofreció cuatro disertaciones sobre tango en 1965, que durante largo tiempo quedaron en el olvido y por estos días son recuperadas en un libro inédito, cuya publicación coincide con el trigésimo aniversario de la muerte del gran escritor argentino.
Un Borges chispeante se permite recitar e incluso cantar ante el auditorio, mientras repasa el origen, los símbolos y los mitos de la música emblemática del Río de la Plata en "El tango. Cuatro conferencias", recientemente editado por Sudamericana en Argentina.
El escritor afirma que el tango surge clandestinamente en Buenos Aires en el año 1880. Y, al igual que poco después el jazz en Estados Unidos, aparece en las "casas malas" (burdeles). Borges evoca haber visto a principios del siglo XX a parejas de hombres bailando, porque "las mujeres del pueblo conocían la raíz infame del tango y no querían bailarlo".
Pero luego los "niños bien" lo llevaron a la capital francesa. "Y cuando el baile fue aprobado y adecentado en París, entonces, el barrio Norte, digamos, lo impuso a la ciudad de Buenos Aires, que ahora lo acepta", observa el escritor fallecido el 14 de junio de 1986 en Ginebra.
Borges recuerda que inicialmente el tango es "un baile valeroso y feliz", pero luego "va languideciendo y entristeciéndose". Y no se ahorra críticas al mítico Carlos Gardel: "Tomó la letra del tango y la convirtió en una breve escena dramática, una escena en la cual un hombre abandonado por una mujer, por ejemplo, se queja".
Las grabaciones siguieron un largo periplo hasta convertirse en el libro que saldrá en España en septiembre: Le llegaron al escritor vasco Bernardo Atxaga en 2002 de manos de José Manuel Goikoetxea, a quien se las había regalado el gallego Manuel Román Rivas, que había vivido en Argentina. La viuda de Borges, María Kodama, escuchó las cintas y confirmó su autenticidad en 2013.
Hace más de medio siglo, el diario argentino "La Nación" escribía a fines de septiembre de 1965 una nota titulada "De temas del tango hablará Jorge L. Borges", anunciando un ciclo de conferencias todos los lunes de octubre.
Estos encuentros, a los que Borges prefiere denominar "charlas", se realizaron en un departamento del barrio porteño de Constitución, en el sur de la ciudad, tan entrañable para el escritor. "El sur es una suerte de corazón secreto de Buenos Aires", afirma.
Martín Hadis, especialista en la obra de Borges que trabajó en el cuidado del texto definitivo del libro, cuenta a dpa que, sobre todo al comienzo, al escritor le daba timidez dar conferencias. Pero con los años logró sobreponerse "y definitivamente se convirtió en una actividad que disfrutaba".
"Al fin y al cabo, una conferencia implica transmisión de saberes, y a Borges le gustaba compartir los temas que le fascinaban y le daban curiosidad. Este es ciertamente el caso. De hecho en estas conferencias improvisa tanto que, como solía hacerlo también al dar clase, se va por tangentes, para luego regresar al tema original, simplemente porque esas tangentes le parecen divertidas o contribuyen a retratar un clima", apunta.
Hadis -quien trabajó previamente en la edición e investigación de "Borges profesor"- analiza que, "ante otras audiencias, más masivas, Borges era minucioso y erudito. En estas conferencias sin duda también lo es, pero es cierto que además está improvisando, está hablando además sobre un tema que pertenece, digamos, a su sentir y a su esencia. Se nota que está bastante a gusto y se está divirtiendo".
Transcribir una conferencia de Borges se parece más a la labor de traducir que a un mero trabajo de copista, indica. "La complejidad de los temas y el entramado de fuentes es tal que hay que entender el tema del que Borges está hablando y saber qué piensa al respecto; también hay que conocer su vocabulario y los giros idiomáticos que usa", señala el autor de "Siete guerreros nortumbrios: enigmas y secretos en la lápida de Jorge Luis Borges" y "Literatos y excéntricos: los ancestros ingleses de Jorge Luis Borges".
Al comienzo del libro Borges rememora que con el dinero obtenido por el segundo Premio Municipal de Literatura, dedicó el año 1929 a una investigación sobre el poeta argentino Evaristo Carriego, que se transformó en un estudio sobre el mundo del tango. 
Más de tres décadas después, Borges concluye las conferencias indicando que "el tango nos da a todos un pasado imaginario", y que "oyendo el tango todos sentimos que, de un modo mágico, hemos muerto 'peleando en una esquina del suburbio'". El tango, y sobre todo la milonga, "fue un símbolo de felicidad", añade.
Hadis destaca que la escritura borgeana tiene una cadencia oral, en tanto que su discurso oral posee la precisión de sus párrafos escritos. "Esta proximidad entre lo escrito y lo oral se acentuó con el agravamiento de su ceguera. A partir de la década del '50, aproximadamente, Borges ya no escribe sus textos: los dicta. De manera que la oralidad y lo escrito se fusionan". 
Y el investigador agrega: "Borges es siempre Borges, erudito, genial, original y lúcido, cuando escribe poemas, cuando dicta conferencias, cuando da clases o cuando escribe un cuento. Siempre, esencialmente, es el mismo".
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sábado, 11 de junio de 2016

JORGE LUIS BORGES, UN DESTINO LITERARIO QUE MARCÓ EL SIGLO VEINTE

"Siempre he sentido que mi destino era, ante todo, literario; es decir que me sucederían muchas cosas malas y algunas cosas buenas, pero siempre supe que todo eso, a la larga, se convertiría en palabras", explicó alguna vez el argentino Jorge Luis Borges, uno de los escritores más influyentes del siglo XX. 
Murió el 14 de junio de 1986 en Ginebra, lejos de su Buenos Aires natal y con un enorme prestigio internacional, aunque sin adueñarse del Nobel de Literatura. "Yo siempre seré el futuro Premio Nobel. Debe ser una tradición escandinava", bromeaba Borges, quien dedicó su vida al ejercicio constante de la actividad literaria.
El precoz Georgie -como lo llamaban en su casa- nació el 24 de agosto de 1899 en pleno centro porteño y aprendió a leer en inglés antes que en castellano. Poco queda de esa ciudad que habitó sus escritos, pero lo que sí persiste, a tres décadas de su muerte, es su obra: con magistrales cuentos, poemas y ensayos se erigió en el escritor argentino más universal.
El autor de "El Aleph" y "El hacedor" trazó un inigualable universo literario habitado por espejos, laberintos, bibliotecas y tiempos circulares, donde también abundan la manipulación de la memoria y la identidad. A la vez, apeló a las citas de libros reales e imaginarios, con un estilo deslumbrante por su precisión. "Si no repito a los otros, me repito a mí mismo. Quizá yo no sea otra cosa que una repetición", decía.
Dueño de una erudición sólo comparable a su memoria prodigiosa, no incursionó en el género de la novela. "No veo una literatura sin cuento o sin poesía, en tanto que una novela de 400, 500 páginas, puede muy bien desaparecer", opinaba.
Pasó su infancia en el barrio porteño de Palermo, donde conoció las andanzas de compadritos y cuchilleros que luego habitarían sus ficciones. Tenía apenas nueve años cuando realizó su primera
traducción del inglés al castellano: "El príncipe feliz", de Oscar Wilde. En 1914 viajó con su familia a Europa y se instaló en Ginebra, donde cursó el bachillerato. En su posterior paso por España, entre 1919 y 1921, tomó contacto con el ultraísmo.
A su vuelta redescubrió su ciudad natal, que lo inspiró para su primer libro de poemas, "Fervor de Buenos Aires" (1923). Este primer ciclo poético se completó con "Luna de enfrente" (1925) y "Cuaderno San Martín" (1929). Por entonces gestó también sus primeros ensayos, "Inquisiciones" (1925), "El tamaño de mi esperanza" (1926) y "El idioma de los argentinos" (1928).
En la década del '30 inició una larga y entrañable amistad con Adolfo Bioy Casares. Compartieron numerosas aventuras literarias, como la compilación de antologías de la literatura fantástica y policial, y entre 1942 y 1977 escribieron juntos varias obras con los seudónimos de Honorio Bustos Domecq y Benito Suárez Lynch.
Borges, lector apasionado de los más diversos temas, trabajó como auxiliar desde 1937 en la Biblioteca Municipal Miguel Cané. En la década siguiente fue testigo de una experiencia histórica crucial en la Argentina, la del peronismo, al que siempre se opuso. No casualmente el gobierno de Juan Domingo Perón lo degradó en 1946 al cargo de inspector de ferias municipales. Por esa época se consagró con la publicación de los libros de cuentos "Ficciones" (1944) y "El Aleph" (1949).
Como consecuencia de una enfermedad congénita, la ceguera le sobrevino en la década del '50, aunque lo había ido alcanzando gradualmente desde la infancia. En sus propias palabras, "fue como un lento atardecer de verano", que sin embargo no le impidió seguir dictando sus obras.
El gobierno militar que derrocó a Perón designó a Borges director de la Biblioteca Nacional en 1955, cargo que desempeñaría hasta 1973. Además fue nombrado profesor de literatura inglesa en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en 1956. Era un puesto a su medida: el escritor contaba que la primera vez que emprendió la lectura del Quijote lo hizo en la lengua de Shakespeare.
En la década del '60 comenzó a extenderse el reconocimiento a su obra. Fue galardonado con el Premio Formentor en 1961, compartido con Samuel Beckett, y el Cervantes en 1979, con Gerardo Diego. Pero no logró ser galardonado con el Nobel, lo que muchos adjudicaron a sus posturas políticas, que desagradaban a la Academia Sueca. "Todo el mundo sabe que es una cuestión política, evidentemente", aseguró su viuda María Kodama a dpa. 
Al recibir el Cervantes, Borges describió así el proceso creativo de un autor: "Tiene que sentir, luego soñar, luego dejar que le lleguen las fábulas; conviene que el escritor no intervenga demasiado en su obra, debe ser pasivo, debe ser hospitalario con lo que le llega y debe trabajar esa materia de los sueños..."
En 1967 Borges se casó con Elsa Astete, pero luego se separó y regresó a vivir con su madre, Leonor Acevedo, con quien mantuvo siempre un vínculo muy estrecho. Poco antes de morir contrajo matrimonio con Kodama, a quien conoció cuando ella era una joven estudiante. Eligió pasar sus días finales en Ginebra y pidió ser enterrado en esa ciudad, donde actualmente se encuentra su tumba, en el cementerio de Plainpalais.
En entrevista con la escritora Liliana Heker, Borges contó sus razones para seguir su incansable destino literario: "Sartre dejó de escribir cuando se quedó ciego. Yo no entiendo eso. Al contrario, yo he pensado: ahora que estoy ciego, tengo que seguir trabajando, porque ¿qué justificación tiene mi vida si no trabajo?" Y añadió: "¿Qué otra cosa puedo hacer sino escribir? Y eso no lo hago por vanidad, sino porque tengo que poblar mi tiempo de algún modo".
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MARÍA KODAMA: BORGES NO RECIBIÓ EL NOBEL POR RAZONES POLÍTICAS

A 30 años de la muerte de Jorge Luis Borges, su viuda María Kodama se muestra convencida de que el escritor argentino de mayor proyección universal no ganó el Premio Nobel de Literatura por razones políticas. En diálogo con dpa, rememora por otra parte un reencuentro del autor de "El Aleph" con Julio Cortázar en el Museo del Prado de Madrid.
Sobre la cuestionada decisión de la Academia Sueca de no concederle el galardón a Borges, una de las figuras más prominentes de las letras del siglo XX, asegura: "Todo el mundo sabe que es una cuestión política, evidentemente". 
La esposa de Borges y heredera de su legado cuenta que el escritor recibió una llamada desde Suecia antes de ir a aceptar un doctorado de una universidad chilena durante el régimen del dictador Augusto Pinochet, en la que se le habría insinuado que reviera esa decisión.
Kodama brinda su testimonio en detalle sobre esa comunicación telefónica: "Era un periodista, creo. (Borges) Me dice 'no nos hagamos ilusiones' y va hasta el teléfono. Cuando él hablaba por teléfono yo me iba, porque era su intimidad. Entonces me agarra del brazo para que no me vaya".
"Le dijo 'mire, yo le agradezco muchísimo su preocupación, pero hay dos cosas que un hombre no puede permitir: sobornar o dejarse sobornar. Muchas gracias por llamarme, buenas tardes' y colgó", refiere la escritora y traductora, que conoció a Borges cuando era una joven estudiante.
"La gente es muy perversa, porque cuando un hombre como él recibe un doctorado, el presidente del país es protocolo que vaya. Cuando fue en Francia, estaba Mitterrand, cuando fue en Inglaterra, el marido de la reina bajó en un helicóptero en los jardines de la universidad para un almuerzo que daban en honor de Borges. Pero la gente es muy muy perversa, y entonces empezaba 'que Pinochet, que esto, que lo otro'", explica. "Él no fue invitado por Pinochet, sino que fue invitado por la Universidad Católica", subraya.
Kodama relata el diálogo que mantuvieron tras la llamada. "Le pregunté '¿no quiere pensarlo? Puede decir que está mal, que está enfermo, lo que quiera'. Y me dijo '¿usted haría eso?' 'Usted sabe que no'. '¿Y por qué quiere que yo lo haga?' 'No, yo no quiero que lo haga, yo le pregunto'". 
Entonces Borges la abrazó, le pidió que olvidaran el tema y siguieran con la traducción que estaban haciendo. "Se terminó, nunca más se mencionó el tema. Además él sabía que lo había acabado él mismo. Al decir eso, ya lo sabía", señala.
La presidenta de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges destaca que, junto con su literatura, lo que más admira del autor que quedó ciego en la década del '50 es justamente esa virtud "de no dejarse manejar, de ser libre". "Eso me fascina en una persona, la libertad".
Encuentro único ante "Perro semihundido"
Kodama describe asimismo con emoción el momento del encuentro entre los dos gigantes de las letras argentinas, Borges y Cortázar, delante del "Perro semihundido" de Goya en el Museo del Prado.
"Soy miope, de lejos no veo, pero era imposible no ver una figura de dos metros de alto que avanzaba", apunta en referencia al espigado escritor que vivía en París.
"A mí me gusta mucho la obra de Cortázar. Entonces le digo emocionada, 'ay, Borges, ahí viene Cortázar'. Él me responde 'y usted querrá saludarlo' y yo, 'como usted quiera'. Antes de que terminara de decir 'como usted quiera', Cortázar estaba abrazándolo y diciéndole 'maestro, usted publicó mi primer cuento', que era 'Casa Tomada', 'yo lo admiro'. Y entonces él ahí cambió, por supuesto".
La distancia entre el autor de "El Aleph" y el de "Rayuela" se produjo "a raíz de la política, porque Cortázar estaba en la posición contraria a la de Borges", considera. Por lo tanto, "ese encuentro fue maravilloso, ver a los dos escritores cuyos cuentos para mí son maravillosos, delante del 'Perro semihundido' de Goya... me quedó como un 'slide' o, como dicen ahora, una 'selfie' para toda mi vida", apunta Kodama. "Un momento único, magnífico".
A la pregunta de cuál es actualmente la mejor manera de cuidar el legado borgeano, la viuda -que impulsó varias causas judiciales con ese fin- manifiesta: "Tratando de que no lo arruinen, tratando de que sea respetado. Es una tarea muy complicada".
La tumba de Borges en Ginebra
Kodama cree que el autor de "Ficciones" -que no inscribió su nombre entre los ganadores del Nobel, pero sí se adjudicó el Premio Cervantes y el Formentor, entre otros- pudo sentir el reconocimiento que merecía antes de morir el 14 de junio de 1986. 
"Justamente antes de ir a Ginebra, de partir, él sabía que partía, tuvo una gira impresionante de homenaje en Italia", indica. "Realmente fue maravilloso, incluso él pudo ver una retrospectiva de (Johann Heinrich) Füssli", el pintor de "La pesadilla", cuadro al que admiró.
Kodama recuerda a su marido como un hombre conversador. "Por ejemplo los que lo adoraban eran los conductores de taxi. Él andaba siempre de un lado para el otro en taxi. Entonces abría la billetera y decía 'sírvase'. 'No, maestro', le decían. Nadie le cobraba".
También evoca que a Borges le gustaba mucho andar por las calles de Buenos Aires, la ciudad en la que nació en 1899 y que habitó su literatura. "Caminábamos por Florida, por San Telmo, la parte de la biblioteca antigua de (la calle) México, y a veces por el zoológico para ver a los tigres, que él amaba y yo también".
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